Opinión Antonio Palomo: GRATITUD
Opinión Antonio Palomo: GRATITUD
Después de una semana de gloria a nivel profesional, solo se me ocurre, y así lo deseo, mostrar mi solemne agradecimiento a la vida por ello, y a todos ustedes por haber colaborado cada uno con su grano de trigo para que yo recoja la buena cosecha. Ya saben aquello de que ser bien nacido es de ser agradecido. Puedo asegurarles que mis Padres hicieron mucho más de lo que yo pueda hacer en mi vida para que naciera bien. Quizás esta sea una sencilla consecuencia.
Quiero diferenciar el singular del plural. Gracia viene del latín gratia, y si se utiliza en sentido figurado significa cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona que las tiene. También tiene la acepción de favor que se hace sin merecimiento particular, lo cual lo dejo a su opinión personal. Y la última es perdón o indulto, que tiene como sinónimos la indulgencia, absolución y amnistía, que está muy de moda, saliendo fuera del tema que nos ocupa. Claro que sí me cuadra con lo de “aquí gracia y después gloria”, que también se traduce con “aquí paz y después gloria”. Por encima de mis reconocimientos, deseo la paz en el Medio Oriente, Ucrania y las decenas de guerras abiertas en el mundo que tanto me entristecen como ser humano a estas alturas del siglo XXI. Esto es lo que se conoce como una “triste gracia”, es decir, algo que me causa disgusto y descontento. Hay una alocución del término gracia en singular que me parece muy oportuna en los tiempos que corren, cuando nos referimos en los términos “hablar de gracia”, que significa decir y hablar sin fundamento, con la que no concuerdo ni participo.
En esta columna quiero dar gracias, es decir, manifestar públicamente y por escrito mi agradecimiento más sincero por el beneficio recibido, y no tanto por muchos de los beneficios que supone, empezando por promover sentimientos positivos que mejoran el bienestar, por aumentar la resiliencia o por fortalecer las relaciones sociales, sino por que me sale del alma y así lo siento.
El filósofo de la moral y economista escocés, Adam Smith en el siglo XVIII consideraba el trabajo como el verdadero origen del valor, hablándonos de la mano invisible, aquella fuerza de los individuos en la sociedad que conducen a promover el bien común. Soy partidario del concepto de Capital Humano que bien definió en su teoría en base al conjunto de conocimientos, habilidades y aprendizajes. Los que bien me conocen saben que dos de los pilares de mi vida profesional son el aprendizaje y el trabajo constantes. No voy a entrar en las diferencias, que no son pocas, entre Capital Humano y Recursos Humanos. Y por extensión, tampoco entre administración y gestión del Capital Humano donde podemos encontrar lagunas considerables. Sí quiero agradecer a todo el Capital Humano que me ha rodeado estos días y al que me ha acompañado a lo largo de estas cuatro décadas de actividad profesional.
El médico austriaco Alfred Adler, cuyo padre se llamaba como el mío, fundador de la escuela de la psicología individual, colaborador de Sigmund Freud y con algunas controversias con el mismo, definió algunos de los conceptos básicos del carácter de las personas. A mí, personalmente, sus explicaciones sobre el complejo de inferioridad y superioridad, siempre me han llamado mucho la atención, y creo que explican gran número de comportamientos anómalos de las personas problemáticas, de las cuales, afortunadamente en mi vida no me he cruzado con muchas, que sí unas cuantas, y a quien también quiero agradecer que me hayan enseñado a evitarlas. Adler entendía que esos complejos surgen del conflicto interno entre la situación real del individuo y sus aspiraciones. Quizás, por este motivo, sabiendo que en mi caso la realidad a superado con creces todas mis aspiraciones, tenga la fortuna de no padecer ninguno de dichos complejos. Me declaro neutro, como dice una de las personas más cercanas en mi vida, y por lo tanto, ni inferior ni superior a nadie. Adler lo resumía diciendo que quien no siente la inferioridad, no precisa exhibir su superioridad.
Si para ser agradecido hay que ser bien nacido, tiendo a pensar que algo tiene que ver con la generosidad. Los griegos llamaban al generoso eugénes – de eu (bien, bueno) y gen (nacimiento, origen) que literalmente significa “el que ha nacido bien”. Asimismo, para los romanos, generosus significa de buena raza, y se aplica al ganado y al vino. De lo primero se algo, de lo segundo nada.
Tampoco entiendo el agradecimiento en ausencia de humildad, que lo voy a expresar con una cita entre dos grandes músicos clásicos que siempre me llamó la atención. En septiembre de 1785, en la cúspide de su carrera como compositor, Mozart escribió seis cuartetos. Este admiraba a Haydn, a quien consideraba su maestro, a quien envió una amable carta en la que con toda humildad como principiante le decía que le ofrecía su obra confiando en su indulgencia a la hora de juzgarle. Esto también me permito hacer yo con la mía.
Y para terminar con esta columna de AGRADECIMIENTO quiero reproducir un fragmento de mi película favorita, El Club de los Poetas Muertos en la que el Profesor McAllister, tan entregado a su trabajo y a sus estudiantes, inspira a los jóvenes a ser files a su esencia. Sean ustedes mismos y les invito a ser agradecidos.
Coordenadas semana 41: ANAPORC, Ganadería en Femenino, La Hispanidad.
“Ignorance has always been a menace to civilization. The world has progressed by ideas, by thinking, and we are going to work out a new world society, not with arms but with brains”. Gratia Countryman – Graduada en la Universidad de Minnesota y Directora de la librería pública de Minneapolis entre 1904-1936
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