Opinión Antonio Palomo: CRITERIO
Opinión Antonio Palomo: CRITERIO
En una conversación con un apreciado veterinario, cuyo nombre es el de una Iglesia de mi ciudad natal, surgió el viernes pasado un término que siempre me ha parecido grandilocuente a pesar de su brevedad. Me decía que negociando con varias compañías de alimentación un programa de nutrición para su empresa, echaba en falta un criterio unánime y que quería saber mí opinión al respecto. Como en otros muchos casos a lo largo de mi vida profesional nos encontramos ante una disparidad de opiniones con escaso basamento científico técnico que lleva a errores que los cerdos bien reconocen de forma inmediata, manifestando su desacuerdo al no lograr los índices zootécnicos prometidos y/o alteraciones en su salud digestiva. Siempre he pensado que el mejor termómetro de un buen programa de alimentación es la respuesta de los cerdos en cualquiera de sus fases que, como bien saben, son, como dicen ahora nuestros compañeros de animales de compañía, nuestros mejores amigos. No es necesario que les diga la respuesta a la pregunta de ¿a quién quieres más: a tu pareja o a tu mascota? No es menos cierto que yo llevo muchos años diciendo aquello de que “cuanto más personas conozco, más me gustan los cerdos”. Bien sabemos lo muy agradecidos que son cuando les damos la alimentación correcta, que nos devuelven con creces, lo que ligado a su eficiencia en la transformación de los nutrientes en kilos con respecto a otros seres vivos, incluidos nosotros los humanos, los hace más sostenibles.
El término criterio se puede asociar a la persona juiciosa y que discierne, considerándose la base para conocer la verdad, significado de su término griego kriterion. En filosofía es la norma para decidir si un enunciado es verdadero o falso. Por ello, frecuentemente hablamos de tener un buen o mal criterio. El buen criterio lo define la triade conocimientos, cualidad de la persona y experiencia en el tema en cuestión a la hora de formarse la idea y tomar decisiones. Para ello considero que, por ejemplo, para diseñar un plan de nutrición en una empresa debemos tener los conocimientos suficientes tanto propios como los que nos aporte el responsable de las granjas (genética, sanidad, consumos en base a edades – pesos, instalaciones, manejo, ambiente), haciendo un análisis reflexivo de los mismos de forma independiente y crítica, no solo basado en programas estandarizados, expectativas, opiniones o presiones externas. Pienso, y nunca mejor dicho cuando hablamos de los piensos, que primero debemos conocer a qué cerdos específicos va destinado el programa y luego diseñarlo en conjunto con los compañeros de las granjas, adaptando el pienso a los cerdos y no los cerdos al pienso. Es lo que hoy llena los titulares como la alimentación de precisión, además de, y desde mi punto de vista, integrarlo en el nuevo paradigma de la nutrición del cerdo centrada en su salud digestiva – microbiota e inmunidad, en simbiosis con la relación de los balances nutricionales enfocados a las necesidades de mantenimiento más producción.
Desde la perspectiva sociológica se dice que las personas sin criterio son aquellas con escasa autoestima. En este punto me fijo en la diferencia entre criterio y principio. Si los principios son aquellas afirmaciones sobre un resultado esperado, los criterios van más allá, siendo las condiciones que deben cumplirse para cumplir un principio. Sabiendo que neuronalmente el desarrollo cognitivo para pensar y razonar tiene lugar entre los 6-12 y los 12 a 18 años, quizás deberíamos pararnos a reflexionar dónde puede estar el origen de la falta de criterio en personas con las que tratamos de llegar a algunos acuerdos. En mi caso, trato de tener los conocimientos y reflexionar sobre los mismos cuando solicitan mi criterio sobre un problema en granja o cuando debo diseñar un programa de nutrición. En la mayoría de los casos me he encontrado que confían en mi criterio y en ocasiones llego a la conclusión de que no. El primer caso es mucho más gratificante y nos permite trabajar de forma conjunta sumando criterios biunívocos que suelen ser sumatorios y aportan rentabilidad. En el segundo caso, lo dejo a su criterio, aquella frase épica de Ángeles y Demonios que resulta práctica para evadirse ante la certeza de que mi criterio no se valora, y por lo tanto dejas la piedra sobre su tejado. Y luego está el postulado de que “haré lo que tu me digas, que sería confiar en tu criterio, pero haré lo que considere sin que se ajuste a dicho criterio, lo que viene a decir que se salta dicho acuerdo”. No debemos olvidar que criterio es el baremo que nos lleva a conocer la verdad, siendo esencial que nuestro criterio debe fundamentarse en evidencias científicas y no opiniones transmitidas verbalmente sin fundamentos de conocimiento versado.
Como decía Don Jaime Balmes, presbítero, en su libro El Criterio escrito hace un siglo (1930): “Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir la realidad de las cosas”. En las postrimerías de dicho texto menciona una frase que me parece muy acertada: “La rutina que desdeña a la ciencia, muestra con semejante desdén un orgullo necio, hijo de la ignorancia”. Creo en el enunciado que hay en el icónico monolito que nos encontramos a la entrada del campus de Iowa State University que dice:”Science & Practice”. La práctica sin la teoría aparece estacionaria, avanzando lentamente; pero a su vez, la teoría sin la práctica es también infructuosa. La teoría no se consolida sin la observación, y esta estriba en la práctica. ¿Qué sería la ciencia agrícola sin la experiencia del agricultor y la ciencia ganadera sin la experiencia del productor?. Por ello, quiero tener en cuenta las aportaciones del apreciado compañero veterinario segoviano al que dedico esta columna de opinión, haciendo hincapié en valorar ambos criterios y ponerlos en común.
Coordenadas semana 44: Italia – España y Día de Todos los Santos.
“Sospecho que la situación va de mal en peor. La sociedad está decayendo hacia un prototipo de persona más cómoda, conformista, indiferente, ignorante, endeble, miedosa y mediocre. Esta es la mayor de las fatalidades”. Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filósofo alemán en su libro Genealogía de la moral
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