METAMORFOSIS

El progreso demanda cambios, como ya decía Heráclito 500 a.C. que “los cambios son lo único constante en la vida”. La duda es de si estos cambios son lineales o exponenciales. La era del big data (ya dicho por Galton hace más de un siglo) y del blockchain están en fase formativa, pero prometen transformar la vida en general y la industria alimentaria en particular, por lo que necesitamos mantener los ojos abiertos, entrenándonos en dichas tecnologías para ser competitivos en el mercado. Sería el concepto de la libido sciendi, o sed de conocimiento humana, con el objetivo de la novedad intelectual o espiritual. Ya decía Heidegger que el gran pensamiento puede ser peligroso y que se necesita de una intuición impaciente, aunque también Spinoza refería que todo lo excelente es muy difícil. Quizás, todo se resuma a una cosa tan sencilla como la que practicamos todos cuando éramos bebés, y es preguntarnos a todo, ¿Por qué? Claro que en la sociedad del everything goes (¡todo vale, vale todo!), quizás estemos pensando más en jugar a ser el Demonio de Laplace, ese ser omnisciente que cree saberlo todo y puede predecir el futuro en todos sus detalles y con absoluta certeza. Yo, al menos, no me siento capaz. Ya en el siglo XVII los ingleses se referían al World upside down (el mundo siempre esta patas arriba), con lo que, aunque ahora nos resulte tan familiar, quizás es que haya sido así desde tiempos inmemoriales. Sabemos que Universo viene del latín universus, conjunción de unus y versus, el uno en movimiento, confundiéndolo muchas veces con globalización, que es lo masivo y corresponde a las masas. Personalmente prefiero estar en movimiento que estar dentro de una masa que se mueve de forma uniforme, o bien en constante metamorfosis como proceso biológico para adaptarme a los cambios fisiológicos y estructurales que sean precisos desde la óptica darwiniana para aprovechar al máximo mi tiempo de vida.

 

El impacto sobre la producción porcina a nivel mundial de la epidemia de Covid-19 (SARS-2) no tiene precedentes y es el mayor cambio en la suplementación de proteína animal global de los últimos 70 años. La demanda de alimentos se estima que seguirá creciendo un 14% por década. El mercado de carne global ha aumentado de los 40.200 millones de dólares en el 2000 a los 113.000 en 2017 (IHS Markit Global Trade Atlas). En nuestro sector porcino las claves están en manejar los cambios que pueden afectar a la producción y a los mercados, que bien conocemos como factores de riesgo en granjas y la comercialización (precios materias primas y precios cerdo). Cuando la volatilidad de dichos precios es elevada, como el momento que nos ocupa, el éxito de las estrategias de manejo de riesgos tiene tanta influencia en el beneficio como la eficiencia en los parámetros de producción. Así, en estos tiempos, producir bien es necesario, pero no suficiente para asegurar la viabilidad económica, debiendo tener muy en cuenta que los cambios en la sanidad puede ser el comodín que altere la productividad. Dentro de nuestro propio sistema productivo hemos avanzado en muchos aspectos como la prolificidad y la fertilidad, pero padecemos algunas consecuencias negativas en las que debemos trabajar, como la tasa de mortalidad de las cerdas y la reducción de la supervivencia de los lechones y su viabilidad, que nos dan lugar a una mayor mortalidad en lactación. Para la mayoría de los genetistas la raza no existe, pero si el ambiente, que los ha condicionado siempre. Bien sabemos aquello de que genotipo más ambiente es igual al fenotipo. Y si no, reflexionemos sobre la base de que nosotros mismos llevamos en nuestro ADN entre un 1-3% de información genética de nuestros ancestros cromañones, lo que en algunos casos explica muchos comportamientos. Los programas de manejo sanitario deberemos seguirlos intensificando ya que las patologías, junto con la implementación de nuevas regulaciones en estándares de bienestar, alojamientos, resistencias antibióticas, serán las futuras barreras de los mercados internacionales. Los próximos 30 años serán un periodo de cambios mucho más salvaje que los últimos 30 años, y como siempre la adaptabilidad será la llave para la supervivencia (Peter Davies, 2020).

 

La mortalidad infantil en humana dentro de los países desarrollados ha pasado el 3% al 3 por mil en el último siglo. La evolución de la tasa de mortalidad en diferentes fases de producción porcina, a lo largo de este siglo, han ido cambiando, como todo, pero unas para mejor y otras para peor (reproductoras, lechones lactantes), como bien conocen. Quizás pueda explicarse por el concepto de deriva genética, o bien por autostop genético, en las que cuando seleccionamos un carácter que se encuentra muy próximo en el trozo de ADN (SNP) a otro, este segundo se puede ver afectado, cambiando negativamente y arrastrado de generación en generación. Los parámetros de mortalidad no se han incluido en los índices de selección dentro de los programas de mejora genética hasta hace poco tiempo, conocidos como robustez o resiliencia, que según los trabajos científicos van asociados o por separado. Ya Clunies-Ross (1932) reconocía la diferencia entre la resistencia a la infección y la resistencia a los efectos de la infección (resistencia vs resiliencia). Bishop (2014) definió resiliencia como la productividad de un animal infectado, sabiendo que dos animales responden de forma diferente derivado de sus alelos. Actualmente la robustez se define como la capacidad para mantener la productividad en un amplio rango de ambientes sin comprometer su salud, bienestar y parámetros reproductivos. También Austin Putz define resiliencia como la capacidad de los animales de hacer frente a perturbaciones ambientales durante poco tiempo y retornar rápidamente a su estado previo a las mismas (2020). No olvidemos que también nuestros 3.000 millones de letras de nuestro código genético dentro de nuestros 23 cromosomas van cambiando, que la mayor parte de nuestro genoma no está formado por genes (el exoma o ADN que realmente codifica proteínas que realizan funciones para la vida solo es el 2%) y que no tenemos más genes codificadores que un chimpancé, e incluso menos que un gusano nematodo, un plátano o un grano de arroz, por lo que no entiendo por qué algunos se creen tan listos. Cada uno de nosotros hemos adquirido a lo largo de nuestra corta vida, comparada con todo el proceso evolutivo, y simplemente por azar, al menos 100 mutaciones únicas, por lo que no somos una especie de mutantes sino de mutaciones y metamorfosis. Quiero terminar con una reflexión: “hay incógnitas conocidas, que corresponden a las cosas que sabemos que conocemos. También sabemos que hay incógnitas desconocidas, es decir, sabemos de algunas cosas que no las conocemos, aunque nos encontremos con muchos que también creen conocerlas. Pero luego están las incógnitas escondidas, lo que ni siquiera sabemos que no conocemos”. En ciencia, tratamos de discernir entre lo que se sabe y lo que no se sabe, y avanzar de la segunda categoría a la primera. En no pocas ocasiones, todos somos testigos de que algunos pasan de la primera a la segunda categoría, con más frecuencia de lo deseable. Y es que como decía Darwin, la ignorancia engendra confianza más a menudo que el conocimiento. La evolución es cambio, espero positivo, en el tiempo.

 

“Fracasar alguna vez es mucho mejor que no avanzar. Hijo, trata de ir siempre un paso por delante, y acoge de buen grado los cambios en tu vida” – Leopoldo Palomo Esteban (25.05.1931-29.01.2019) Agricultor, Ganadero y mi maestro

 

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA