LONGANIMIDAD

“Órgano que no se usa se atrofia, y palabra que no se usa se olvida”. ¿Les suena longanimidad? Personalmente a mí, de la misma, me gustan hasta sus andares, como en el caso del cerdo. La longanimidad hace referencia a la constancia, la paciencia y la perseverancia de ánimo frente a las situaciones adversas que se nos plantean reiteradamente en la vida. Su origen es latino, longanimitas, compuesta de longus (largo) y ánimus (alma). También tiene otra acepción bien conocida que hace referencia a la bondad, generosidad y tolerancia, bien en la conducta, bien en las ideas de un modo solidario, pensando en las otras personas. Seguro que a muchos le viene a la cabeza, el término tan usado por muchos de, la resiliencia que acuño el neurólogo francés Boris Cyrulnik en su obra “Los Patitos Feos”. Pero la resiliencia es un concepto menor dentro de la longanimidad, ya que se refiere tan solo a la capacidad de afrontar la adversidad, superarla y salir fortalecido. En neurociencia una persona resiliente es aquella que tiene un mayor equilibrio emocional frente a situaciones de stress, soportando mejor la presión, que se ha venido ligando al mundo laboral y al de los materiales cuando recuperan su estado inicial. Si vamos a su etimología, resiliencia en inglés resilience, deriva del latín resilire, que significa saltar hacia atrás o replegarse.

En nuestro trabajo dentro de nuestras empresas y granjas, donde los problemas son diarios, lo mismo que en nuestra propia vida, tendemos a actuar de forma más impulsiva que paciente, más a picos que de forma constante y más de forma intermitente que perseverante. En mi vida profesional ante problemas surgidos en granjas, donde en vez de tener la paciencia de hacer una correcta anamnesis del mismo para formarnos un diagnóstico preciso del caso y proceder a tomar las medidas más adecuadas, en muchas ocasiones he sido testigo de la práctica de prueba-error, y nunca mejor dicho. Todos sabemos perfectamente que “las prisas no son buenas consejeras” y que las mismas son las causas primarias de gran parte de los accidentes y errores. Por tal motivo, considero que retomar la longanimidad en nuestro día a día solamente nos puede traer beneficios. Creo sinceramente que la actual situación que nos está tocando vivir ha dejado patente algo que siempre me he preguntado: ¿a dónde vamos tan deprisa y para qué? Bueno, quizás una adecuada gestión del tiempo tampoco estaría demás.

Y si les pongo algunos ejemplos de palabras antagónicas a longanimidad, quizás nos quede más claro cuál sería nuestra primera opción. Algunas de ellas son bajeza, egoísmo, envidia, tacañería, además de algunos antónimos como debilidad y flaqueza. No es menos cierto que son mucho más comunes de ver cada día a nuestro rededor, pero estarán conmigo, que mucho menos positivas.

En nuestro trabajo en equipo a cualquier nivel, también les quiero desear longanimidad, es decir lo contrario a lo que ya muchos sociólogos y filósofos durante el siglo XX apuntaron como que íbamos a una sociedad del individuo y de los lobbies. A mis Padres nunca les escuché el término single, y tan solo lo utilizábamos para referirnos a los pequeños discos de vinilo. He conocido muchas granjas donde la conducta e ideas de las personas a la hora de implantar los programas-protocolos de trabajo han sido ejemplares, y qué casualidad que, salvo contadas excepciones, los resultados de las mismas siempre han sido mejores que en aquellas donde no hay una correcta interacción entre los diferentes equipos y donde la solidaridad brilla por su ausencia, y donde cada uno campa por sus fueros. Es lo que se conoce como anomia que es la ausencia de normas o convenciones en una persona, equipo o sociedad, que derivan en la falta de respeto y convergen en la degradación de una persona o un grupo de individuos. En mi opinión, no se trata de trabajar o vivir más, que también, sino mejor y con mayor longanimidad, que es lo que les deseo. Tengo un buen amigo asturiano apellidado Longo, que además es Veterinario, y que es un ejemplo de longanimidad, al que quiero dedicar esta sencilla columna de opinión.

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA       

“Lo que embellece el desierto, es que en alguna parte esconde un pozo de agua” – Antoíne de Saint-Exupéry (1900-1944) – El Principito