Lo tienes crudo
Cuando yo era pequeño, realmente hace bastante, mi madre me mandaba a por leche al caserío Ajobin, donde Periko ordeñaba sus pocas vacas y su hermana Maritxu me llenaba la marmita que, alguna que otra vez, no llegaba íntegra al destino final. Nada más llegar a casa, unos 300 metros escasos, mi madre la hervía y, tras ello, si estaba de humor, hacía unas pastas con la nata que, la verdad sea dicha y si la memoria no me engaña, estaban de rechupete.
Ahora, la leche cruda ha vuelto al “candelabro”, que decía aquella, y tras la reciente aprobación por parte de la Generalitat catalana del Decreto que autoriza la venta directa de leche cruda de vaca en Catalunya se ha montado tal revuelo que, como es lógico, ha atraído al río revuelto a todo tipo de pescadores, pescadores que se acercan de forma desinteresada y bienintencionados pero también otros muchos pescadores que se acercan al revoltijo para medrar y acercar el ascua a su sardina. Me explico, mientras la Generalitat ha aprobado una normativa cuyo fin es ayudar a la diversificación de la producción ganadera y fortalecer al sector lácteo catalán regulando la actividad comercial entre el ganadero y el consumidor final, son numerosos los contrarios a dicha normativa quienes alegando una defensa del consumidor final y muy especialmente de su seguridad alimentaria, se oponen ferozmente a la comercialización de la leche cruda y abogan por seguir consumiendo la leche tratada y que podemos adquirir en el mercado habitual. Creo que nos encontramos ante una polémica artificial, una tormenta de verano en un vaso de leche auspiciada por la sequía informativa habitual de los periodos estivales que ha conllevado que periódicos, radios y tertulistos se lancen en tromba a opinar, entre otras muchas cosas, sobre las bondades y/o peligros de la leche cruda y donde los prebostes del sistema industrial han puesto toda la carne en el asador.
Quiero entender que tanto la Generalitat como los ganaderos impulsores de dicha medida lo único que buscan es una pequeña alternativa al destino principal que no es otro que la industria láctea y todo ello con el lógico y loable empeño de garantizar una mayor rentabilidad para el productor así como, al mismo tiempo, una alimentación más fresca y auténtica para los consumidores. Quiero entender asimismo que ambos, Generalitat y ganaderos, son más que conscientes que esta opción es algo menos que minoritaria, residual diría yo, y que por lo tanto si está bien autorizar dicha práctica, no conviene generar falsas expectativas que nos lleven, una vez más, a un fracaso que defraude a los productores necesitados de buenas noticias y de expectativas positivas de futuro. Por eso mismo, dado el carácter minoritario del tema, es difícilmente comprensible la ferocidad con la que ha sido atacada por los supuesto defensores del consumidor final quienes alegando un inmenso peligro para su salud se afanan en taponar cualquier alternativa a las vías oficiales e industriales.
Personalmente y hasta donde yo conozco el sector agroalimentario, creo que los contrarios a dicha regulación están sobreactuando en un claro intento de desviar la atención del verdadero problema que tiene el sector lácteo estatal que no es otro que la falta de rentabilidad para sus productores actuales y consecuentemente, la falta de garantías de futuro de abastecimiento para la industria láctea.
En un sector lácteo estatal incapaz de impulsar el consumo de leche pasteurizada (la leche fresca, en algunos sitios conocida, como la del día) por chocar con los hábitos dominantes de consumo actuales donde la leche es tratada banalmente por la distribución y asumida como tal por los consumidores que, al parecer, solamente valoran su precio y su alargada caducidad; en un sector lácteo donde las máquinas expendedoras de leche, salvo excepciones, languidecen de pena a pesar de contar con el teórico respaldo de los consumidores y en una sociedad que opta mayoritariamente por leche semidesnatada o desnatada, como comprenderán, la comercialización de leche cruda, por muy loable y digna de apoyo que sea, es cuando menos, anecdótica.
Por todo ello creo que no debemos dejarnos enredar en falsas polémicas por una parte y en falsas expectativas por la otra y centrarnos en lo fundamental que no es otra cosa que valorizar la leche y los lácteos como alimento esencial para nuestra nutrición, organizar y estructurar el sector productor en cooperativas que puedan transformar su propia leche y finalmente, reducir la dependencia que el sector tiene de la leche líquida donde la rentabilidad es nula para la casi totalidad de la cadena agroalimentaria.
Dignidad para el productor. Dignidad para el producto. Dignidad para el consumidor.