La Nacra, en “peligro crítico de extinción”
Todos los que hemos tenido la oportunidad de bucear por el levante español, especialmente por la zona de Alicante y de las Islas Baleares, y concretamente por el archipiélago de La Cabrera (actualmente Parque Natural y, según afirman los científicos, poseedor los fondos marinos mejor conservados de las costas españolas), hemos visto repetidamente en el pasado cientos de grandes NACRAS y las hemos podido tener entre las manos.
La Nacra (Pinna nobilis) es una especie de molusco bivalvo del familia Pinnidae. Se trata de un molusco endémico del mar Mediterráneo (solo se encuentra en él). Su inserción en el lecho marino suele ser vertical. Habitualmente habita en los prados de posidonia (que lamentablemente están desapareciendo) y normalmente su color es oscuro. Después de la almeja gigante, es el molusco bivalvo más grande del mundo. Parece un mejillón gigante y puede alcanzar perfectamente los 110 – 120 cm de longitud poseyendo una elevada longevidad (entre 25 y 30 años, normalmente). La Nacra es, además, un gran filtrador de las aguas del Mediterráneo y actúa también como un pequeño arrecife que da soporte a varias decenas de especies diferentes.
Hace unos años, se contaban miles de ellas (había zonas en el Levante y en las propias Islas, donde había una cincuentena de Nacras por cada 100 metros cuadrados de fondo marino; era un espectáculo verdaderamente impresionante); hoy, la Nacra está al borde de la desaparición.
Su pesca abusiva (con sus conchas se hacían adornos y ceniceros), la creciente contaminación, la mencionada paulatina desaparición de las praderas de posidonia, los daños producidos por el arrastre de anclas y, sobre todo, la presencia de especies invasoras como el parásito haplosporidio, la están haciendo materialmente desaparecer de nuestra geografía marina mediterránea. Tal vez, el cambio climático también haya sido coparticipe del mencionado desastre ecológico, porque puede haber ayudado a fomentar la eclosión de la producción de esporas de los mencionados parásitos.
En efecto, según algunos ecólogos marinos, el mencionado protozoo haplosporidio (un parásito de una sola célula) es el último culpable de este enorme desastre natural. El mencionado protozoo libera sus esporas en la glándula digestiva de las nacras; ello da lugar a que éstas no pueden alimentarse y mueran de hambre. El resultado final de todo este proceso es un fondo marino lleno de gigantescos cadáveres del molusco.
Actualmente, se desconoce el origen del mencionado parásito. Hay varias teorías; entre ellas, que pudo haber llegado a nuestras costas en aguas de lastre (se trata de las aguas con las que se recargan los barcos vacíos para estabilizarlos).
La propagación de especies invasoras en aguas de lastre procedentes de otro punto del planeta es un problema conocido desde hace más de 100 años y que se desarrolló fundamentalmente cuando empezaron a navegar los buques con casco de acero. No hace falta indicar que el aumento del tráfico marítimo y la globalización del comercio han agravado significativamente el problema.
Por las razones expuestas, en marzo pasado, se declaró a la NACRA especie en peligro de extinción y actualmente se está en trámite de declararla en “peligro crítico de extinción” (esta clasificación es muy importante porque permitirá que todas las acciones y todos los proyectos encaminados a lograr su recuperación tengan la consideración de interés general y su tramitación tendrá carácter de urgencia).
Oficialmente se considera absolutamente prioritario encontrar ejemplares vivos del molusco en las zonas devastadas por el parásito. El objetivo es intentar llevar a cabo programas de cría en cautividad de individuos resistentes, para su reintroducción a largo plazo en su hábitat original.
Como es fácil de entender, y esto es aplicable a todas las especies (útiles, domésticas y no domésticas) que se encuentren en esta situación, es una tarea ardua y con visión costosa y de medio – largo plazo. Pero no todos los científicos están de acuerdo con que ésta sea la solución. Hay especialistas que abogan por promover una repoblación natural del fondo marino y recuerdan que cuando, en el año 1986 se creó la Reserva Marina de la Isla de Tabarca, la Nacra, que estaba prácticamente desaparecida en la zona, regresó y volvió a colonizarla.
En cualquier caso, lo que está sucediendo con la Nacra debe servir de experiencia para trabajar y evitar que lo expuesto se produzca en otras especies o razas. Me parece oportuno recordar aquí que, en el año 2015, FEAGAS publicó que, de las 185 razas que conforman la cabaña ganadera española, había 158 razas autóctonas y, de estas últimas, nada menos que 129 se encontraban en peligro de extinción.
Obviamente ¡hay mucho trabajo por hacer!
Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.