La evolución del consumo en los hogares españoles

Resulta sumamente interesante analizar someramente, a partir de datos oficiales, cómo ha evolucionado el consumo de alimentos en los 18,33 millones de hogares españoles en el año 2016 respecto al año 2015 (y también fuera de los mismos, aunque, lamentablemente, no se dispone de datos oficiales respecto de lo que ha sucedido en el canal Horeca, aunque sí tenemos estimaciones que comentaré).

El número de hogares en España ha crecido un poco en estos dos últimos años (+0,1 por 100, 2016/2015 y +1,4 por 100, 2015/2014) rompiendo la tendencia del año 2014 (-0,5 por 100, 2014/2013). Cierto es que, en los últimos 5-7 años, se está registrando un incremento significativo de los hogares de menor tamaño (con pocos miembros, sin hijos y unifamiliares), lo que afecta a las características del consumo.

Por otra parte, los mencionados 18,33 millones de hogares españoles han consumido en alimentos el año pasado 67.095,5 millones de euros (un -0,7 por 100 en volumen que en el año 2015; el precio medio de los alimentos ha subido un +0,85 por 100 en el último año; por ello, el gasto ha aumentado en un 0,1 por 100). Esta cifra está aún lejos de los montantes de los años 2007 y 2008, que rondaban los 68.700 millones (con unos 18 millones de hogares).

En los hogares españoles se sigue reduciendo el desperdicio de alimento (un aspecto más del cambio de hábitos generado por la crisis); han disminuido las comidas realizadas en ellos y, paralelamente, se ha incrementado el consumo de alimentos fuera de los mismos; las estimaciones disponibles hablan de un +2 por 100 (2016/2015), alcanzando un valor cercano a los 32.500 millones de euros.

En definitiva, el consumo total de alimentos en España, en el año 2016, ha superado la barrera de los 100.000 millones de euros (hablando siempre en euros corrientes); aproximadamente un 1,2 – 1,3 por 100 más que en 2015.

En el año 2016 (y esta realidad nos debe hacer meditar), los volúmenes de compra de productos pecuarios efectuados por los hogares han disminuido respecto a los volúmenes de compra total de alimentos.

Así, se ha comprado menos pescado (-3,1 por 100), menos leche líquida (-2,2 por 100, lo que supone un consumo de 72,6 l/p y año), menos derivados lácteos (-0,6 por 100; de ellos, el 39 por 100 corresponde a la mantequilla, un 20 por 100 a los quesos y un 16 por 100 a los postres lácteos), menos huevos (-0,1 por 100) y menos carne (-1,6 por 100, habiendo disminuido el precio medio de las carnes en un 2,3 por 100, situándose el consumo per cápita alrededor de los 50 Kg). Las estimaciones que se han efectuado también hablan de unas tendencias y porcentajes muy similares en las compras destinadas al consumo fuera de los hogares.

Ello significa, por ejemplo, que el consumo aparente anual global per cápita de carne puede estar alrededor de los 88-90 Kg, lejos de los 119 Kg del año 2002; la carne que ha experimentado un mayor descenso en lo que se refiere al consumo per cápita ha sido la de porcino.

El señor Secretario de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (ANICE), don Miguel Huertas, considera que la mencionada evolución, en lo que al consumo de carne se refiere, se debe en gran medida a «problemas de imagen». Estoy de acuerdo, pero hay otro factor, en mi opinión, de gran importancia en nuestro mercado interior: la falta de calidad organoléptica de muchas de las carnes ofertadas (demasiado magras, sin grasa de infiltración y, consecuentemente, con poco flavor).

La sensibilidad del consumidor medio al precio, pero también a la relación calidad/precio, se ha exacerbado en razón de que su capacidad adquisitiva se ha visto sensiblemente disminuida desde el inicio de la crisis (actualmente, cerca del 50 por 100 de los asalariados cobra menos de 1.000 euros mensuales; hay cerca de 1,4 millones de hogares dónde ningún miembro tiene empleo; alrededor del 25 por 100 de los trabajadores tiene un contrato temporal y un 15 por 100 de los asalariados lo es a tiempo parcial).

Creo que los datos expuestos nos deberían hacer reflexionar acerca de si la «política productivista» seguida por parte de nuestro sector pecuario, con la creciente dependencia de los mercados exteriores (y, en algunos casos, en base a una contabilidad analítica, con una dudosa rentabilidad de la globalidad de la cadena) es, con una visión a medio plazo, la más indicada (aun aceptando que políticamente venda mucho).

 

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.