FÁBULAS

Si nos basamos en que una fábula es una composición literaria narrativa breve, en la que los personajes principales suelen ser animales o cosas inanimadas que hablan y actúan como seres humanos, esto me sirve para darle protagonismo a mi animal preferido, el cerdo. Podemos decir de él que es fabuloso, es decir, que destaca por sus cualidades extraordinarias. Ya saben aquello de que “del cerdo me gustan hasta sus andares” y “del cerdo se aprovecha todo”. Afortunadamente, y a pesar del elevado precio de las materias primas pienso, que no se inquietan ni con la llegada de la nueva cosecha, más bien se empoderan, el precio de venta en vivo del cerdo sigue cotizando en sus máximos semana tras semana, lo que sin duda también nos aporta resultados de fábula. Aquí cabría incluir la “Fábula de la Cigarra y la Hormiga” que, bien recomiendo en el día a día de nuestro sector porcino, y es aquello de que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, adelantémonos a la retirada del óxido de zinc y a la huella de carbono, seamos proactivos. No es por casualidad que esta es una de las fábulas emblemáticas de Esopo que nos viene a decir que todo esfuerzo obtiene su recompensa.

Desde mi punto de vista, una parte importante de las fábulas es que son atemporales, además de que no disciernen entre niños y adultos, sumado a trasladar mensajes éticos desde una perspectiva sencilla y positivista, algo muy distante a la economía de la atención en la que nos vemos involucrados, y mucho más próximo a la observación, la cordialidad y la vitalidad. Ya en 1877 Robert Stevenson describía el ajetreo como un síntoma de una vitalidad deficiente, algo común hoy por las prisas, que unido a que mucha gente oye pero no escucha, sean quizás algunos de los principales problemas en un análisis eficiente de muy diversas situaciones en las que diariamente nos vemos involucrados en nuestra actividad profesional. Oír es el medio físico que permite la percepción, mientras que escuchar es prestar atención a lo que es percibido tanto acústica como psicológicamente. Esta sensación la tengo con bastante frecuencia, y la comparo con aquello que me aportan los medios de comunicación-redes sociales-internet versus observar-escuchar a los animales. En el primer caso los sociólogos como Bernardi dicen que solo oímos, diciendo que vivimos en un régimen donde prolifera el parloteo, donde muchas opiniones y discursos son irrelevantes, haciendo que el pensamiento, la discrepancia y la crítica resulten banales y triviales. La comunicación por redes sociales no está movida por la reflexión ni la razón, sino más bien por reacciones nacidas del miedo y la ira. Aquí podríamos encuadras la “Fábula de la Liebre y la Tortuga” que nos dice que de poco vale el talento sin esfuerzo, concluyendo Esopo aquello que, con perseverancia y esfuerzo, podemos lograr nuestras metas.

En el punto opuesto al ajetreo, estaría la escuela de Epicuro del siglo IV a.C., hijo de un maestro de escuela, quien decía que la felicidad y contemplación ociosa eran las metas más elevadas de la vida. No es menos cierto que en nuestro país con alrededor de 4 millones de personas en paro, y como bien me decía hace un par de semanas un gran gerente de una fábrica de piensos de mi tierra, a quien quiero dedicar esta columna, que ante una oferta de trabajo para contratar a 4 trabajadores, no han encontrado a ninguno, es decir ni uno entre un millón, lo que sin duda significa que aún quedan muchos alumnos de la escuela-jardín griega de Epicuro. De aquí a la cultura obsesiva por el rendimiento tenemos una gran distancia, que quizás esté detrás de que después de cada gran momento de dificultad histórica, la diferencia de clases sociales aún se agrava más. Por eso quiero mencionar aquí dos fábulas, primero la del “Síndrome del pato de la Universidad de Stanford”, donde hace alusión a que los alumnos como los patos tienen un aspecto apacible en la superficie, pero agitan hasta el agotamiento sus patas bajo el agua. Y una segunda, que personalmente es de las que me resultan más cautivadoras, siendo aquella “Fábula del Cuervo y la Jarra” donde después de una gran sequía concluye que la necesidad agudiza el ingenio, enseñando a tener paciencia ante los problemas, pues ante las dificultades surgen las mejores ideas.

Jenny Odell, profesora en la Universidad americana de Stanford refiere que lo que peor valora de las redes sociales es que la información que encuentra en ellas les falta contexto, tanto espacial como temporal, aludiendo que la instantaneidad aplana el pasado, el presente y el futuro, y los convierte en un presente constante, amnésico. Bien sabemos como hoy se prioriza el resultado inmediato, el “aquí te picho y aquí te mato” o el fast one. No obstante, según ella, el orden de los acontecimientos, tan importante para entender cualquier cosa, queda ahogado por una constante campana de alarmas. Ya decía el filósofo indio Rabindranath Tagore que “todo aquel que no respeta el pasado, no es digno del futuro”. ¿Cómo podríamos entender dónde estamos en este año 21 del siglo 21 dentro del porcino a nivel mundial, si no fuéramos capaces de entender-valorar y respetar a todos los que antes que nosotros fueron dando o hemos ido dando pasos para llegar hasta aquí? Mis Padres y algunos de los compañeros con los que me inicié en esta noble profesión siempre me enseñaron lo importante que es mantenerse con los pies bien firmes en el suelo. Una cosa es fabular y otra muy distinta fantasear, por lo que pienso que quizás deberíamos sacar con más frecuencia nuestro espíritu de Peten Pan. El pensamiento y la deliberación precisan tanto tiempo como espacio de incubación. En esta línea, muchas veces digo a los alumnos y compañeros que se documenten correctamente, llegando a la conclusión de que la información a la que llego mediante la investigación está en las antípodas de la información que encuentro online, ya que en el primer caso parto de unos objetivos bien definidos que me llevan a buscar durante largo periodo de tiempo, de forma comprometida y responsable, información que no se presenta de forma inmediata, descartando bastantes que aportan conocimientos sesgados. En este apartado se me ocurre traer a colación la “Fábula del Lobo disfrazado de Cordero” que dice aquello de que quien hace muchas trampas, antes o después termina por caer en ellas, queriendo enseñar que la mentira y las trampas siempre nos traen problemas, con una correlación que estimo lineal y directa.

Y para concluir, quiero mencionar el Libro de Fábulas de Charlie Mackesy que me regaló hace un mes la Familia Arauzo García en Burgos, a quien mucho aprecio y respeto, titulado “El niño, el topo, el zorro y el caballo”, donde en una de sus páginas centrales dice: “Para ser sincero, a menudo pienso que no tengo nada interesante que decir, dijo el zorro, a lo que el caballo le respondió: ser sincero siempre es interesante”. Aprovecho para desearles a todos un feliz verano, suyo solsticio se ha iniciado este lunes 21 de junio a las 5:32 hora peninsular, una buena hora para levantarse.

“Me he desprendido de la linterna y veo en la oscuridad”.  Wendell Berry (Kentucky, US 1934) es filósofo, novelista, poeta y granjero autor del libro The Farm.

Por Antonio Palomo Yagüe