El sector cárnico español

El pasado fin de semana dicté, en el marco de un Master en Economía, una conferencia–coloquio acerca de “las coordenadas que enmarcan al sector cárnico español”. Los alumnos eran profesionales con responsabilidades directas en el área económica de sus empresas e, incluso, algunos de ellos pertenecen a empresas que conforman la base empresarial del IBEX 35.

 

En este marco quedé muy sorprendido al poder constatar el gran desconocimiento que existe acerca de nuestro sector cárnico (lo cual, en mi opinión, confirma el progresivo y lamentable alejamiento de la sociedad del “mundo agrario”, que es el que le da de comer).

El sector cárnico, fundamentado en un desarrollo tecnológico de primer nivel y en una muy elevada calidad y seguridad de sus producciones, ocupa el cuarto lugar en importancia de nuestra economía; se sitúa detrás de la automoción, los carburantes y la energía. El sector moviliza anualmente más de 22,2 mil millones de euros (alrededor del 1,8 por 100 de nuestro PIB expresado en euros corrientes) y viene a dar empleo directo a unas 81.000 personas.

Debe tenerse en cuenta además que el tejido empresarial formado por los mataderos, las salas de despiece y las industrias de elaborados está conformado por unas 3.000 unidades.

Por otra parte, de acuerdo con los datos publicados en la edición 2018 referida a “Los 200 más ricos de España” están incluidas aquí las siete familias más importantes del sector cárnico español, lo que pone en evidencia “la importancia económica y social” del mismo. El patrimonio de estas siete familias supera los 3.100 millones de euros. En cabeza se sitúa don Tomás Fuertes (con una fortuna en el sector estimada de 1.250 millones de euros) seguido de la familia Vall Esquerda (650 millones), la familia Loriente (320 millones) y la familia Taradellas (310 millones).

Por su parte, la industria cárnica española el año pasado, de acuerdo con los datos facilitados por nuestro Ministerio (el MAPAMA), sacrificó en España del orden de los 870 millones de animales (de los cuales unos 760 millones fueron aves) debiéndose sumar a esta cifra los cerca de 21 millones de animales abatidos por la caza.

Estimo que cada uno de nosotros viene a consumir, de media, a lo largo de los 365 días del año (incluyendo el autoconsumo y el consumo rural no contabilizado en las estadísticas oficiales), hablando siempre en equivalentes kilos – canal, del orden de unos 97 kg, por un valor aproximado de unos 350 euros/año.

Esta cifra de 97 Kg está lejos del cénit global estimado de más de 122 kg/persona y año, del ejercicio 2002 (si bien, a principios de los años 60 del siglo pasado, nuestro consumo global estaba alrededor de los 24 Kg./persona y año). La mencionada cifra de 97 Kg nos coloca en segundo lugar de la Unión Europea (U.E. – 28), detrás de Luxemburgo, y entre los 15 países del Mundo más consumidores de carne (de acuerdo con la FAO).

La mencionada cantidad de 97 kg se desglosa de la manera siguiente: unos 45 kilogramos de porcino, unos 30 kg de ave, unos 11 kilogramos de bovino, unos 4 kilogramos de ovino y caprino, unos 5 kilogramos de otras carnes (incluyendo los solípedos, las “carne exóticas” y la caza) y unos 2 Kg de despojos.

Este pequeño resumen, entiendo, pone de relieve la verdadera importancia relativa y absoluta, técnica, económica y social, que tiene la industria cárnica en nuestro país. Relevancia que sería muy de desear fuera convenientemente conocida y valorada por nuestra sociedad, tan proclive actualmente a hacerse eco de inexactitudes y sandeces relativas a la producción y al consumo de la proteína de origen animal en España.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.