Decisiones del señor Trump y sus efectos en nuestra economía (y en nuestro sector agrario)

Como es bien sabido, el Presidente de los Estados Unidos de América (EE.UU.), el señor Donald Trump, ha procedido a romper unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán.  En el año 2015, siendo Presidente de EE.UU. el señor Barack Obama, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Alemania y Reino Unido firmaron un tratado con Irán para limitar su poder nuclear a cambio de eliminar algunas sanciones internacionales a este país.

El señor Trump ha considerado que los acuerdos alcanzados en 2015 son claramente insuficientes y que el Régimen Iraní mantiene prácticamente intacta su capacidad de desarrollo de armamento nuclear. El Presidente ha avanzado paralelamente nuevas sanciones económicas contra Irán (significativamente más elevadas que las actualmente vigentes), así como su deseo de alcanzar un nuevo tratado; de momento, los dirigentes iraníes no están de acuerdo con ello.

Como era de esperar, la decisión del señor Trump ha tenido consecuencias inmediatas a nivel mundial, tanto desde un punto de vista político como económico. No podemos olvidar que Irán es el tercer mayor productor de petróleo de la OPEP y uno de los principales exportadores mundiales.

Así, en primer lugar, la subida del precio del petróleo ha sido muy importante (el barril de Brent se ha revalorizado en más de un 9 por 100 en este último mes y ha superado los 77 dólares). Este despegue de los precios viene a consolidar la tendencia generada por la debilidad del euro que, a su vez, está sustentada en la diferencia de los tipos de interés entre La Unión Europea y los Estados Unidos

En este marco, el posible embargo de Estados Unidos a las exportaciones de petróleo procedente de Irán podría dar lugar a un desabastecimiento internacional de petróleo, lo que agudizaría aún más el encarecimiento del crudo. Ello, obviamente, afectaría económicamente de forma significativa a los principales países importadores de petróleo y, entre ellos, claro está, a España (donde los primeros efectos de la mencionada decisión, que se veía venir desde hace bastantes semanas, ya se han empezado a poner de manifiesto).

La primera consecuencia de todo ello es la desaceleración de la economía en los países importadores de petróleo. En efecto, el PIB (Producto Interior Bruto) de la Eurozona solo creció un 0,4 por ciento en el primer trimestre de 2018, frente al crecimiento del orden del 0,7 por ciento de los trimestres anteriores (dicho en otras palabras, se registra una ralentización del crecimiento económico que también afectará a España).

Por otra parte, cabe esperar un incremento en la inflación, como consecuencia directa del mencionado encarecimiento del petróleo. En este caso, el Banco Central Europeo se podría ver obligado a acelerar la retirada de los estímulos monetarios, que han sido absolutamente fundamentales para sentar las bases de la recuperación económica en la Zona Euro.

Pero, para mí, lo más preocupante de todo esto (y lo uno a lo ya referenciado en boletines anteriores cuando he hablado de nuestra crisis) es que la mencionada evolución del precio del petróleo ha cogido a nuestro Gobierno con el paso cambiado.

Tengamos en cuenta que en los Presupuestos Generales se estimó un precio medio del barril de 67,7 euros, cifra que ha sido plenamente superada. Además, el Programa de Estabilidad del Gobierno ya estimaba que el Producto Interior Bruto (PIB) crecería un 0,7 por ciento menos y el consumo privado un 0,2 por ciento menos, si el aumento del precio del petróleo superaba los 75 dólares.

Todo ello entiendo que comportará una afección negativa de los costes de producción de nuestro sector agrario (muy dependiente de los del crudo) y de la demanda, que verá disminuir su poder adquisitivo neto ante el mencionado efecto inflacionista, con las consecuencias que todos conocemos.

Como dice aquel viejo adagio “llueve sobre mojado”.

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.