CRIPTOSISTEMA vs FENOSISTEMA

Un criptosistema (cipher) es el conjunto de procedimientos que garantizan la seguridad de la información, y el elemento fundamental de los criptosistemas son la llave, también conocida como clave. Y fenosistema es el conjunto de componentes de un paisaje que bien percibimos, mientras que en los criptosistemas se incluye todo aquello que no se aprecia directamente. Un ejemplo sencillo es cómo nosotros interaccionamos con la naturaleza en base a lo que percibimos, que solo es una parte de la realidad. Así, el biólogo Francisco Díaz Pineda en 2019 definió la ecología como la ciencia que estudia los ecosistemas en cuanto a un estudio del conjunto de los fenómenos y procesos físicos, biológicos y culturales que interactúan entre sí. ¿Sabían que una misma extensión de pastizal emite más cantidad de oxígeno que la de una selva tropical? Eso es científicamente cierto, mientras que nuestras ideas simples y tópicos sobre como lo percibimos e interpretamos, nos suelen llevar a pensar lo contrario. Y es que es la sociedad quien interpreta y evalúa la realidad. De aquí se deriva que muchas de las cosas que suceden cada día, y que, a buen seguro, a muchos de nosotros nos parecen un disparate, socialmente están validadas. Y lo que me parece aún más grave, además son dadas por bueno, siendo defendibles y justificables. Ese no es el caso de la naturaleza que, como alguien, y no se bien quien, dijo: “la naturaleza es como es. Si te gusta es como es y si no te gusta es como es”. Me quedo, definitivamente, con la naturaleza en su conjunto y con los cerdos como protagonistas. No podemos alcanzar el desarrollo humano sin gestionar los recursos naturales, entendiendo por gestión, más el enfoque que los métodos. Como decía Emilio Lledó, menos contenido y más mensaje.

La ecología es una ciencia y la conservación de la naturaleza es una aproximación social. El año 2007 marcó un hito trascendental para la humanidad, ya que dicho año, por primera vez en la historia, la cantidad de personas que vivíamos en áreas urbanas superó a la cantidad de personas que vivían en zonas rurales. Y se estima que sobre el 2050, dos tercios de los 9.000 millones viviremos en las ciudades. En la sociedad agraria, antes de que fuéramos modernos, no sobraba nada: la basura era abono. Y mi pregunta, basada en mis orígenes rurales y en una actividad profesional ligada al medio rural, es que cómo es posible que, a ciertas personas hoy urbanas, y muchas de ellas descendientes del medio rural, les moleste tanto las actividades esenciales del mundo agrícola y ganadero que se desarrolla en el medio rural y con las que tantas familias nos ganamos dignamente la vida. Personalmente me parece una hipocresía moral y una incoherencia social, en la que mucho pirómano se viste de bombero atendiendo a los llamados lectores erizos, que son esas personas, como tantos tertulianos, especializados en una disciplina que dominan y con la que se sienten capaces de explicarlo todo. ¡Líbreme Dios de los erizos, tanto de tierra como de mar! Como decía Ovidio: “Veo lo mejor y lo apruebo. Pero hago lo peor”.

Nos cuesta menos obedecer que decidir, porque, antes de poder razonar, en nuestra evolución seguimos instintos, automatismos y órdenes. Nuestro cerebro ha nacido para economizar energía. El filólogo Lluís Amiguet dice que el ser humano es vago y que por eso hemos sobrevivido, pero no es menos cierto que “el tiempo es oro”, que dijo por primera vez Benjamín Franklin, y hoy sabemos que no nos estresamos porque nos falte tiempo, sino que nos falta tiempo porque estamos estresados. En el día a día de nuestras granjas y equipos humanos, no se usted, pero yo lo veo con demasiada frecuencia. Hoy, en el mundo de las comunicaciones es cuando peor nos comunicamos, y todo el mundo está tan ocupado que no le da más tiempo para hacer nada que lo que nada está haciendo. Todos, bien saben, que los jóvenes perciben que el tiempo pasa despacio; mientras que, para los mayores, este vuela. La razón es sencilla, y se debe a que nuestro cerebro asocia la percepción del tiempo al funcionamiento de la memoria. Por esto, y no siendo ni joven ni viejo, predico una correcta gestión de los tiempos, donde la felicidad es un instante, y el bienestar el balance. El perro viejo no aprende trucos nuevos.

En mi opinión, son muchas las cosas que no apreciamos directamente, lo que nos lleva a hacernos muchas preguntas y no tener tantas respuestas en la praxis diaria, lo que considero que es mejor que creer saberlo todo, ya que querer saber nos hace más sabios, mientras que creer saber nos vuelve más ignorantes. No sé cómo pensarán ustedes, pero creo que estamos viviendo abrumados por la cantidad de información a la que tenemos acceso, pero cada vez estamos más necesitados del conocimiento. Porque, si acumulamos toda la información que recibimos sin relacionarla, estructurarla y pararnos a pensar, no nos informa, sino que más bien nos confunde. Esto podría encuadrarse en lo que hemos vivido este último año con “la fiebre de las webinar”. Ya lo mencionaba el científico Lofti Zadeh en 1965 con el término fuzzy logic o una lógica más humana, en el que el sentido común se imponía al idealismo racionalista centrado hoy en la anomia, falta de reglas. Echo de menos el sentido común de mis Padres y de muchos de nuestros mayores, en un mundo donde demasiadas personas se miran el ombligo, atendiendo a aquella frase de que el hombre es un gigante cuando mira a las estrellas y un enano cuando se mira el ombligo, predominando la ignorancia plural a la cultura del esfuerzo de Gilovich. Querer superarse es humano, pero querer ser superior a los demás es un trastorno. Dentro de un fenosistema, el concepto del pensamiento lateral conocido como thinking outside, pensar fuera de la caja o salirse del guion establecido, en muchas ocasiones nos puede llevar a percibir e interpretar mejor lo que tenemos delante, sin necesidad de claves ni criptogramas. Para ello, la actitud rebellis, entiendo que es una buena solución, basada en hacer por primera vez lo que no hemos hecho aún, o hagamos lo que ya hemos hecho como si fuera la primera vez

Podemos o no tener fe, pero lo racional es admitir que sin ella la ciencia no habría avanzado. La religión fue el primer intento de saber, la ciencia es el segundo. La semana pasada, dos compañeros perdieron a sus Padres, y hablando con ellos me decían que la fe les estaba ayudando a encajar tan grave situación anímica. Bien lo decían San Agustín, Santo Tomás y San Anselmo. Aprovecho a dedicarles esta columna de opinión, junto a Anselmo, nuestro presidente de ANVEPI, a quien deseo salud y larga vida, al igual que a todos ustedes.

“La ciencia es un magnífico mobiliario para el piso superior de una persona, siempre y cuando su sentido común esté en la planta baja” – Oliver Wendell Holmes (1809-1894) Facultad Medicina de Harvard

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA