C.I.R.coVirus
El propio término virus empezó como una contradicción. Lo heredamos de los romanos que lo utilizaban para referirse tanto al veneno de las serpientes como al esperma del hombre. La acepción moderna del término virus no empezó a solidificarse hasta finales del siglo XIX a raíz de una catástrofe agrícola en las plantaciones de tabaco de los Países Bajos, que llevó en 1879 a los granjeros holandeses a pedir ayuda a un joven químico especializado en agricultura llamado Adolf Mayer, quien bautizó la plaga como virus del mosaico del tabaco. Tengo varios compañeros de trabajo químicos, a quien dedico la columna. En 1991 escuché hablar en EEUU de una nueva enfermedad y si su etiología podía ser una variante del virus Síndrome Reproductivo y Respiratorio Porcino, hasta que en 1997 asistí a la presentación por los Drs. John Harding y Ted Clark en la reunión de la American Association of Swine Veterinarians en Quebec City (Canadá) de una nueva entidad patológica, siendo diagnosticada a continuación en España por los Drs. Joaquím Segales, Marina Sibila, Mariano Domingo y todo su excelente grupo de investigación. Posteriormente demostraron que dicho virus podría estar entre nosotros al menos desde 1986, por lo que podemos decir que “no se puede diagnosticar aquello que no se conoce”. Durante esa última década del siglo XX, no fueron pocos los negacionistas de dicha nueva entidad vírica (circoescépticos), y algunos otros, en la sospecha fundada de que estábamos ante un nuevo reto profesional (circocreyentes) decidimos mantener la mente abierta, y como decía Unamuno “fe que no duda es fe muerta”. Diez años después de la primera comunicación, en 2001, viví en persona en una granja en Lérida un cuadro clínico de desmedro – Postweaning Multisystemic Wasting Syndrome, surgiéndome todo tipo de dudas, para posteriormente, como muchos de ustedes y en toda Europa, la enfermedad se convirtiese en nuestro día a día, sin que al otro lado del océano tuviesen cuadros patológicos de importancia.
En 2005 me invitan en la Universidad de Minnesota a exponer nuestra visión europea del problema y las medidas que estabamos tomando, manifestando que se centraban sobre todo en la puesta en práctica del Decálogo de Madec que, por cierto, vale para cualquier enfermedad infecciosa, y que personalmente consideraba que la solución del problema pasaría por tener una vacuna frente al Circovirus. En dicho momento, la incidencia comenzó a disminuir en Europa e incrementarse en el continente americano. Tuvieron que pasar diez años desde la reunión de la AASV para, una vez más, en la reunión de la Allen D´Leman Swine Conference organizada por la Universidad de Minnesota en 2006 fuéramos testigos directos de los resultados de las primeras cuatro vacunas comerciales en granjas americanas (en un año tenían su aprobación), que por cierto eran espectacularmente buenos en cuanto al control de toda la clínica que bien conocen, incluida una reducción drástica de la morbilidad y mortalidad. Nuestra primera experiencia en España con la primera vacuna autorizada (Circovac) tuvo lugar en ese mismo año 2006, para que tuvieran que pasar hasta 3 años para disponer del resto de vacunas. Como hemos hablado en numerosos foros y a pie de granjas, posiblemente la vacuna más eficaz en porcino de todas las existentes. Y también, la vacuna sirvió para que los escépticos se convirtieran a la “religión del virus”. Mi lectura, o quizás más bien deseo, es que sabiendo que en febrero de 2003 se informó por primera vez del Síndrome Respiratorio Agudo Grave asociado a Coronavirus (SRAS-CoV 1) y que ya desde 2013 algunos científicos apuntasen la presencia del SARS-Cov 2 que dio la cara oficialmente a finales de 2019 en Wuhan (ciudad de 11 millones de habitantes) y que se convirtió en la pandemia que condiciona desde hace medio año nuestras vidas, es que el intervalo de tiempo para disponer de la vacuna eficaz sea inferior al de somatizar que estamos rodeados de virus que nos hacen mucho más vulnerables de lo que nos podamos pensar. Por eso, en palabras de Victoria Camps, pido cordura, sensatez, moderación y reflexión, a sabiendas de que esto “no vende hoy” inmiscuidos en el populismo o manera de caer en la demagogia, lo que para los clásicos griegos era el signo evidente del deterioro de la democracia. Más bien la precipitación, el dejarse arrastrar por las bonanzas económicas, la ausencia de autocontrol y de templanza es lo que nos ha puesto ante un mundo en el que no queremos reconocernos, pero en el que estamos inmersos. Un fin justo necesita medios justos, no aquello de que “el fin justifica los medios”, y me baso en que las actitudes fanáticas confunden los fines y los medios. Antonio Machado refería que la confusión propia del necio es confundir valor y precio.
Y esto me da pie para hablar del título de esta columna, que lo considero muy propio en el día que comenzamos el otoño, y que quiero dejar constancia para cumplir con lo anterior a efectos de evitar males mayores. Cuando digo C.I.R. no me refiero, como el lugar donde hicimos la mili muchos hombres de mi edad (Centro de Reclutamiento), ni al crecimiento intrauterino restringido, origen de esos lechones/niños que nacen con muy bajo peso. Me refiero a las iniciales de Coronavirus-Influenza-Rinovirus, agentes infecciosos responsables del Covid-19, Gripe y resfriado común (resh ya aparecido en el Papiro Ebers hace 3.500 años). ¿Se imaginan un cuadro clínico por los tres virus a la vez? Y qué me dicen de las co-infecciones por otros agentes bacterianos al mismo tiempo. Es lo que defino como C.I.R.coVirus. No me dirán que no tiene razón la catedrática de Filosofía de la UAB. Y también empieza la campaña de vacunación de gripe, de momento la única vacuna con cierta eficacia frente a este triplete de virus. Si quieren saber mi opinión, como persona de una cierta edad y profesional en contacto con cerdos y humanos, este año me voy a vacunar de la gripe. Y aquí quiero mencionar a Paul-Yves Nizan, amigo de Jean-Paul Sastre, quien decía que “no toda caída tiene lugar hacia abajo, ya que los humanos podemos caer hacia arriba, es decir, arruinarnos con el éxito y ser infelices con la prosperidad”. ¿No les parece insólito? Pues es real como la vida misma, y a pesar de esta grave crisis sanitaria mundial. No es menos cierto que las crisis solo enseñan a quien está en disposición de aprender. Quizás sea un buen momento para ello o bien quedarse con lo que decía Hipócrates sobre el origen del resfriado, que se debía a un desequilibrio en el estado de ánimo. Si así fuera, ¿no creen que habría muchos más resfriados y en todas las épocas del año? Lo positivo es que son tres virus respiratorios cuyas fuentes de contagio son muy similares, y por lo tanto las medidas de prevención como uso de mascarillas, distancia social e higiene de manos son eficaces. Como bien decía mi Padre: “la gripe no la cojo en mitad del campo arando, sino en el bar echando la partida de cartas”. ¡Y eso que no era epidemiólogo! Solo puedo agradecer el haber tenido un buen maestro. Nunca subestimemos la capacidad evolutiva de los virus, que están en todas las partes y en todas las cosas, incluso en nuestro genoma.
“Todos los hombres, por naturaleza, desean saber” – Aristóteles en su libro Metafísica (385-323 a. de C.)
Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA