¿Qué hacemos con los lechones de bajo peso?

Los márgenes en la producción porcina se han venido reduciendo durante los últimos años y esto ha llevado a buscar en la reducción de los costes de producción la única vía de supervivencia.
Muchas han sido las estrategias aplicadas, pero quizás una de las más populares haya sido el cambio genético hacia líneas hiperprolíficas. Es cierto que, hoy, destetar 12 o 13 lechones por cerda es una realidad. Sin embargo, con el aumento de la prolificidad no todo han sido satisfacciones. Con el aumento del número de lechones, los pesos de éstos al destete se reducen aumentando la proporción de animales de bajo peso, y con ellos la probabilidad de incrementar la mortalidad y el coste de las fases siguientes.

En un estudio realizado por Vall-Companys y presentado por A. Vidal en una reunión técnica hace un par de años, se cifraba que el 10% de lechones de rango inferior (peso medio de 4,3 Kg al destete) tenían un coste a los 100 kg de PV de 6,6 € superior a la media y de 11,6 € superior al grupo del 10% mejor. El mismo estudio, también constataba que el 90% de lo que vulgarmente denominamos “colas” al final de cebo corresponden a lechones de bajo peso al destete.

El objetivo principal de esta experiencia no era buscar estas diferencias, sino encontrar posibles soluciones para evitar que el bajo peso al destete llegara a afectar al final de cebo y para ello se valoraba el efecto de dos regímenes alimentarios: uno de mayor calidad frente a otro estándar. Desafortunadamente sólo la alimentación post-destete no fue suficiente para equilibrar los distintos grupos de peso.

Está aceptado que el peso de los lechones al destete viene determinado, en gran medida, por su peso al nacimiento. Hoy sabemos que las cerdas que no se alimentan correctamente durante la lactación y que pierden más de un 10-15% de su masa corporal, desarrollarán embriones cuyo peso a los 30 días de gestación ya es inferior. También sabemos que una mala nutrición de las cerdas durante los primeros 40-50 días de gestación repercutirá negativamente sobre el establecimiento placentario y en consecuencia, sobre el desarrollo fetal reduciendo los pesos al nacimiento.

Smith AL, Stalder KJ, Serenius TV, et al. Effect of piglet birth weight on weights at weaning and 42 days post weaning. J Swine Health Prod. 2007;15(4):213–218.

 

En cerdas primerizas, el elevar ligeramente la ración durante las últimas semanas producirá camadas más pesadas, pero no podemos elevarla demasiado, ya que también se ha demostrado que una sobre-alimentación produce cerdas tolerantes a la glucosa, las cuales comerán peor durante la lactación posterior, producirán menos leche y aumentarán la mortalidad pre-destete entre sus lechones. Así pues, podemos concluir que una correcta pauta alimentaría en las cerdas reproductoras será esencial para conseguir un buen punto de partida: un buen peso al nacimiento.

No obstante, una buena alimentación puede minimizar el problema, pero no lo elimina, siendo mayor cuanto más numerosas sean las camadas. Por lo tanto, habrá que conseguir que todos estos lechones pequeños se encalostren y alimenten adecuadamente para reducir su impacto al destete. Pero, ¿a cualquier precio?

Numerosos trabajos cifran la probabilidad de supervivencia de lechones cuyo peso al nacer es inferior a los 800 g en aproximadamente un 20% y, hoy por hoy, la única alternativa viable para ellos, en una situación de falta de mamas (producida por la hiperprolificidad), son los traspasos a otras cerdas, cuyos lechones se traspasarán a otras, o se destetarán precozmente. En cualquier caso, su solución pasa por poner en riesgo la supervivencia y el correcto crecimiento de otros lechones que no tenían ningún problema. ¿Tiene sentido? ¿Es correcto? ¿Realmente estamos reduciendo los costes de producción?

Posiblemente no hay solo una respuesta a estas preguntas, pero conviene planteárselas antes de iniciar un espiral de trabajo que solo conduce a destetar más lechones, pero no a vender más y con un menor coste.

Enric Marco.
Marco Vetgrup.