PIP vs PIB.

Farm to Fork Strategy, que es lo mismo que “De la Granja a la Mesa” como todos bien conocemos desde hace tiempo, forma parte de la hoja de ruta de la Comisión Europea dentro de la Dirección General de Sanidad, y que en breve se va a cumplir un año de su presentación oficial, basada en la sostenibilidad de los alimentos dentro de la cadena alimentaria, con las premisas de que todos los europeos tengamos disponibilidad de alimentos nutritivos, asequibles y seguros, dentro de una economía circular. El objetivo es tener ciudadanos sanos, ambiente sano del planeta, así como una salud económica y social, donde las zonas costeras y rurales van de la mano. Aquí bien se encuadraría nuestro sector porcino como sector esencial proveedor de alimentos sanos, nutritivos y a un precio asequible, que además aporta 2.000 millones de euros a las arcas del Estado con una producción de casi 3.000 millones de toneladas exportadas por un valor de 8.000 millones de euros, que nos dan trabajo a unas 300.000 personas sobre una base productiva con 80.000 granjas y 3.000 industrias cárnicas, localizándose prácticamente el 50% de las mismas en el medio rural. Objetivamente, aportamos nuestro grano, más bien gránulo, al producto interior bruto nacional (PIB). Aunque más bien, en nuestro caso ya lo aportamos en forma digestible, tal y como valoramos la mayoría de los nutrientes de nuestras dietas (proteína y aminoácidos digestibles, calcio y fósforo digestibles, fibra dietética). Frans Timmermans como vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea dijo en la presentación del plan que, con ello, se trata de aumentar la competitividad y la resiliencia de la Unión Europea.

 

En la parte que nos compete, y en mi opinión, dentro de esta estrategia que tiene sus hitos definidos a cumplir en 2030 y 2050, podemos destacar los temas de impacto ambiental en cuanto a excreción de nutrientes y producción de gases efecto invernadero, la seguridad alimentaria versada en la reducción de las resistencias antimicrobianas, el bienestar animal y la reducción de las pérdidas y desperdicio de alimentos (se estima de un 20% en Europa). Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido más alimentos disponibles, pero posiblemente, tampoco nunca los hemos valorado tan poco, viendo estos niveles de desperdicio. Quizás exijamos mucho y valoremos poco, en la línea de querer tener muchos deseos y pocas obligaciones. En la época de los 70-80 un porcentaje importante del salario lo dedicábamos a alimentarnos (cesta de la compra), siendo muy superior al actual, permitiéndonos hoy un cierto despilfarro. Personalmente me parece una contradicción e incongruencia, además de una cierta hipocresía del hambre y una mercantilización de las materias primas para alimentación tanto animal como humana en los mercados internacionales. Siempre escuché a mis Padres decir que “con la comida no se juega” y que “lo que no te comas hoy lo tienes para comer mañana”. Quizás tuvieran mayor sentido de la responsabilidad, demostrada en este caso en la gran importancia de los alimentos y de la posesión de estos. Un agricultor castellano en la segunda parte del siglo pasado guardaba 500 kilos de cebada de la cosecha para engordar a un cerdo, que servía de alimento a la familia. Hace poco leí una frase del sudafricano Elon Musk, que es el hombre más rico del mundo por encima de Jeff Bezos con una fortuna superior al PIB de Hungría, y que decía: “la posesión simplemente me agobia”. El dinero de nuestros agricultores y ganaderos cabía en aquellas libretas de las Cajas de Ahorro, y no tenían esta prepotencia monetaria. Claro que un cerdo no deja tanto margen de beneficio como un Tesla, Starlink, Space X, HyperLoop y PayPal, derivado de lo cual, aunque en ocasiones tengamos buenos precios de venta, sus beneficios no nos agobian. Tampoco creo que haya muchas personas de nuestro sector que le digan, como Elon Musk a su primera esposa Justin Wilson: “Si fueras mi empleada, te despediría”. Es más fácil vociferar que llevar la razón. Sin palabras.

 

Por estos motivos, sería partidario de aplicar a esta estrategia europea un PIP (Performance Incentive Plan) o Plan de Incentivos por Rendimiento para evitar precisamente ciertos despilfarros y que tengamos un justo sistema de retribuciones que bonifiquen a quien más aporte y más rinda, no dejándonos los grandes beneficios para los intermediarios entre la granja y la mesa, y que el productor trabajando para obtener siempre unos mejores performances dentro de nuestras granjas veamos, como otros, asumiendo menores riesgos y con menos trabajo, reciban más beneficios. Bien saben que incentivos son esos premios o gratificaciones económicas, o de otro tipo, que se le ofrece o entrega a una persona cuando consigue mejores resultados en su actividad. Un sinónimo de incentivar es excitar, aunque creo que puede existir lo primero sin lo segundo, y también lo segundo sin lo primero, siendo partidario de que ambos vayan a la par. Un ejemplo de ello, que no el que están pensando, es el del cocodrilo con su sempiterna erección sin ingerir sildenafilo. Aquí también me quiero referir a que nuestro aporte al PIB en base a la producción de alimentos para consumo en base a la estrategia comunitaria nos produzca las verdaderas, que no las falsas, “lágrimas de cocodrilo”. Las falsas son las asociadas a fingir dolor, tristeza o remordimiento, como bien expresó en la Edad Media, allá por el siglo XIII el monje franciscano Bartholomaeus de Glanville, diciendo que “si el cocodrilo encuentra a un hombre en el borde del agua, lo mata allí si puede, y luego llora sobre él y al final lo traga”. Actualmente los medios de comunicación la utilizan como una crítica a políticos hipócritas por sus fingidos arrepentimientos. Aunque, a veces da la sensación de que ni siquiera se arrepienten, que es aún más grave. Hoy sabemos que esas lágrimas son hipócritas en el día a día del debate público, y la ciencia, en el caso del cocodrilo, ha demostrado que se deben a motivos fisiológicos. El zoólogo de la Universidad de Florida Kent Vliet en 2007 demostró que dicho llanto se debe a los silbidos y resoplidos que producen al masticar y que, al pasar por los senos nasales, presionan las glándulas lacrimales, secretando dicho líquido en los ojos. Hoy conocemos un problema en humana que se llama Síndrome de Bogorad o Síndrome de las lágrimas de cocodrilo, derivado de una secuela por una parálisis facial periférica en la que la regeneración del nervio facial provoca que las personas afectadas derramen lágrimas cuando comen. Yo solo espero que todo lo que comamos y que venga desde nuestras granjas a nuestras propias mesas nos provoquen lágrimas de alegría y satisfacción.

“El placer es el mayor incentivo para el mal” – Platón (427-347 a.C.) Filósofo griego maestro de Aristóteles 

Por Antonio Palomo Yagüe – ADM SETNA