Las ovejas y los lobos

¡Estoy a favor de la presencia del lobo ibérico en los campos españoles!

Esta afirmación en una reunión de progres pseudointelectuales buenistas urbanos, seguramente levantaría exclamaciones laudatorias y muestras vehementes de aprobación.

En un medio como el presente, dirigido a personas que se levantan de madrugada, haga frío o calor, llueva o nieve para cuidar de unos animales que representan su medio de vida, esta misma afirmación habrá levantado ampollas y resquemores y seguramente me producirá pitidos en los oídos durante todo el día.

Y sin embargo, sigo manteniendo mi postura. Lo mejor que puede pasar al campo español es seguir manteniendo una población equilibrada de superpredadores. Si llegan hasta el final del artículo, a lo mejor sus impresiones pueden llegar a cambiar.

La presencia del lobo en los campos españoles es necesaria, así como la de otros depredadores como el oso o el lince. Aportan biodiversidad, son indicadores de riqueza ecológica y son los semáforos que indican la buena calidad de nuestros ecosistemas ibéricos. Los lobos estuvieron antes que nadie, incluso antes que nosotros en esos bosques y vaguadas que adornan nuestra orografía. Se alimentaban de uros, bisontes, ciervos, corzos y jabalíes, rebecos y cabras, ya que respecto a los gamos y muflones los científicos no están aún muy seguros de si alguna vez fueron autóctonos, se extinguieron y fueron reintroducidos en tiempos históricos o si únicamente existen después de haber sido traídos por los romanos desde la lejana Asia Menor.

Las ovejas vinieron después. Como las vacas. Desplazaron a la fauna local para poder apacentarse. El hombre cambió el paisaje para adaptarlo a la producción ganadera. Y a la agricultura. En el siglo XV, el Honrado Concejo de la Mesta imperaba por toda Castilla, manteniendo el monopolio de la lana. Se instauraron las Cañadas Reales. El campo pasó de ser salvaje a ser un medio humanizado para mejorar las producciones.

Y en estas situaciones el lobo molestaba. Porque competía por los recursos con el hombre.

Cualquiera que sepa algo de zoología comprenderá que para un lobo, la diferencia entre atrapar, no digamos ya un uro (impresionante antecesor de los toros de lidia, con una altura en la cruz de más de 170 cm, unos cuernos de cerca de 2 m de envergadura y peor humor que cuando tienes que ir a pagar el IRPF a Hacienda) sino un ciervo o cazar ovejas almacenadas en un redil, animales con tendencia a apelotonarse y a morir por autosofocación, su elección no plantee ninguna duda.

El lobo mata ovejas y el pastor odia al lobo. Lógico.

El pastor pierde su medio de vida y nadie se ocupa de él. El pastor encima ve que “los señoritos de Madrid”, ingenieros y filósofos de sillón, deciden que es lo bueno y que es lo malo para el conjunto de la Sociedad, sin importarle para nada esa importante parte de la misma que se siente perjudicada en la ecuación. Y el pastor tiene razón.

No se puede permitir que los ganaderos y los agricultores se vean perjudicados en su quehacer diario por el capricho de unos “políticos biempensantes” ignorantes de la realidad, pero que calculan de forma sibilina el número de votos que representan los votantes urbanitas y los votantes de esa “España despoblada” de la que tanto se les llena ahora la boca. Y los ganaderos y agricultores pierden.

Objetivamente hablando, fríamente, la presencia del lobo es conveniente para los ecosistemas. Estudios recientes han demostrado que la presencia de superpredadores ha hecho aumentar la cantidad de perdices y conejos en zonas donde se han reintroducido los linces. En Estados Unidos se vió que la presencia de lobos eliminaba gran cantidad de coyotes, peste que diezmaba la cabaña ganadera de algunos estados.

Pero, los lobos también comen ovejas y vacas. Y queremos lobos. Pues paguemos los gastos.

Los ganaderos y agricultores no pueden ser los paganinis de nuestro deseo de tener una Naturaleza pseudoprimigenia. Sabemos que es buena, es fuente de turismo, de riqueza, es una herencia para nuestros hijos y para el planeta. Pero hemos de pagar los desperfectos que ocasionen estos animales. En mi opinión, debería haber lobos en todas las latitudes y ecosistemas españoles, pero en un número que pudiese mantenerse sin grandes destrozos a la industria pecuaria y por supuesto, reponiendo de forma rápida, eficaz y sin dilaciones ni estupideces varias, el montante que representen los animales muertos, mutilados o perdidos.

Debemos obligar a nuestros políticos a que nos defiendan como votantes, ellos son nuestros empleados, no somos sus sirvientes. Por eso, en éstas como en las siguientes elecciones que se presenten, recuerden que es más importante votar con la cabeza que con el corazón, ya que los políticos, a lo único que tiene miedo y lo único que les importa, es a perder la poltrona y las prebendas que se auto imponen.

Lobos si, Ganadería sí. Riqueza sí. Pero para todos.