Las claves para la correcta nutrición de los futuros reproductores en cunicultura (II)

En la primera parte de nuestra publicación hablamos de los machos. En cuanto a las conejas jóvenes, tradicionalmente han sido alimentadas hasta su primer parto con el mismo pienso de lactación.

Sin embargo, este tipo de programas de alimentación se han asociado con un aumento de la mortalidad prenatal, un menor consumo de pienso al inicio de la lactación y una reducción de la esperanza de vida de las conejas, debido a un aumento de la mortalidad en las primeras semanas de la recría asociado al cambio de pienso y por toxemia al final de la gestación.

Para resolver estos problemas, se ha recurrido a la restricción del pienso (10 a 20 por 100) con resultados muy variables.

Las conejas de recría deben alcanzar un umbral mínimo de madurez fisiológica a la primera IA, y el principal efecto de la restricción cuantitativa de pienso parece ser el retraso en alcanzar dicho umbral, sin ningún impacto negativo sobre la productividad final o sobre la esperanza de vida, pero que sí puede llevar a una baja fertilidad y un menor tamaño de camada al primer parto.

Sin embargo, diversas variables pueden influir en el éxito de la restricción del pienso, tales como su composición, el período de aplicación, el nivel de restricción, el tipo de genética y las posibles interacciones entre ellas. En cuanto a la edad para iniciar la restricción, parece recomendable, para garantizar un adecuado desarrollo de la hembra, empezar a aplicarla a las 10-12 semanas.

Otro sistema de alimentación alternativo es el uso de piensos específicos ricos en fibra (36-50 por 100 de FND, 9 por 100 LAD; 8-9 MJ ED/kg MS), que previene el engrasamiento, ayuda a proporcionar los recursos necesarios antes y después del primer parto y contribuye a la reducción del balance energético negativo de las conejas primíparas, porque aumenta su capacidad de ingestión. El éxito de esta estrategia se debe a un mayor desarrollo del tracto digestivo de las conejas alimentadas con este tipo de piensos, por lo que es aconsejable comenzar a suministrarlos antes de que se complete el desarrollo del sistema digestivo (semana 12 de vida). Si son administrados más tarde, no se observan efectos positivos sobre la futura vida reproductiva, independientemente del nivel de fibra del pienso.

Dado que este sistema también supone una restricción nutritiva, también puede ocasionar un retraso para alcanzar la madurez, especialmente si se utilizan valores muy altos de lignina (16 por 100), y la primera IA puede hacerse a las 18-20 semanas.

Además, el grado de madurez alcanzado en la primera IA con estos piensos también parece afectar a la distribución de nutrientes durante la primera lactación. Si los animales son más ligeros al inicio de la reproducción, el mayor consumo de energía que tendrá lugar durante la lactación se utiliza para recuperar las pérdidas de estado corporal; sin embargo, cuando al animal se le permite alcanzar un peso adecuado a la primera IA, la mayor ingestión de energía durante la lactación es dedicada principalmente a la mejora de la producción de leche (o el mayor desarrollo de las camadas).

Aunque los efectos positivos más evidentes de estos programas se dan en el primer parto, principalmente un aumento de la fertilidad a los 11 días post-parto o una menor mortalidad de los gazapos, se ha observado también un menor intervalo entre partos y una vida más larga de las conejas después de dos años de producción.

En un estudio de campo, efectuado con 619 conejas, se obtuvo una mayor esperanza de vida (+ 46,5 días) para las conejas recriadas con un pienso rico en fibra, debido a una mayor viabilidad de las conejas (+ 4,4 y + 5,1 por 100 al primer y cuarto parto, respectivamente), lo que lleva a un mayor número de gazapos nacidos vivos (+7,4 gazapos por coneja).

Aunque la esperanza de vida de un animal depende de muchos factores, aquellos programas de alimentación de recría que permitan una disposición gradual de recursos, el desarrollo progresivo de las futuras reproductoras y una menor movilización de reservas corporales en aquellos momentos que supongan un desafío a lo largo de la vida reproductiva de la coneja, podrían llevar a una reducción de la tasa de reposición. De hecho, una de las características más llamativas de una línea seleccionada por criterios de robustez y longevidad reproductiva (línea LP de la UPV) es su baja dependencia de las reservas corporales para asegurar la reproducción, que son utilizadas como un “factor de seguridad”, mientras que las conejas con un estado corporal peor o que muestran grandes movilizaciones tienen un mayor riesgo relativo de eliminación.

En resumen, de acuerdo con lo expuesto a lo largo de toda nuestra aportación al boletín: en el caso de los machos jóvenes, los puntos críticos de su alimentación en recría son aportar un pienso que cubra sus necesidades de desarrollo según la época del año, conseguir un consumo diario homogéneo y evitar el sobrepeso.

Sin embargo, en el caso de la alimentación de conejas, el punto clave se encuentra en el equilibrio correcto entre el desarrollo físico (peso y reservas grasas) y el fisiológico (madurez sexual). Para una correcta recría de la coneja joven, es esencial un conocimiento preciso de su potencial de crecimiento y de la evolución de su composición corporal. Esta información permitirá al productor discriminar entre las diferentes estrategias de alimentación de recría, para elegir la que mejor se ajusta a su explotación. En ausencia de esta información (responsabilidad compartida de seleccionador y productor), el uso de alimentos ricos en fibra entre las semanas 9 y 20 de vida (o hasta el primer parto) parece la estrategia más segura.

 

Concha Cervera Fras.

Catedrática de Nutrición y Bromatología.

Departamento de Ciencia Animal. Universidad Politécnica de Valencia.