La «otra carne» se va aproximando a los mercados

Hay que tener en cuenta que, si no hay un drástico cambio de tendencia, en el año 2050 habrá sobre la Tierra unos 10.000 millones de personas. Para atender a la nueva demanda de alimentos de origen animal habría que incrementar su producción alrededor del 75 por 100. Y si este incremento se efectuara, con los actuales modelos de producción animal, la emisión de gases efecto invernadero se podría incrementar del orden de un 80 por 100. Como afirma un conocido investigador, el Dr. Mark Prost: “tenemos tres alternativas cara al futuro: no hacer nada, volvernos todos vegetarianos/veganos o desarrollar la carne sintética”.

En este sentido impartí hace unos días, en un ámbito universitario, una charla – coloquio acerca de la “carne del futuro próximo”. Estoy constatando como últimamente, al abordar este tema, el gran escepticismo y en cierta forma rechazo, que observaba durante los 3 – 4 primeros años, en una parte significativa de los de los asistentes a estas charlas, ha remitido muy notablemente; sin duda, la actitud general está cambiando con rapidez.

Desde mi punto de vista este escepticismo y este rechazo ha sido sustituido fundamentalmente por la curiosidad y, sobre todo, por una notable pre-aceptación a la “espera de”. Un ejemplo de ello puede ser el comentario de una persona que estaba el otro día en la sala y que se identificó como vegana: “parece ésta una realidad a medio plazo inevitable y habrá que replantearse muchas actitudes respecto de la proteína animal”.

Lo cierto es que “este tren está en marcha” y que no sólo ya no hay quién lo detenga sino que cada vez va más rápido porque el dinero llega en abundancia a la investigación destinada a generar esta “nueva carne”.

Así, por ejemplo, hace un par de años el fondo de inversiones del cofundador de Microsoft invirtió 75 millones de dólares en Impossible Foods. Hace ahora un año el consorcio suizo Bell Foud Group y el grupo farmacéutico alemán Merck invirtieron en la empresa Mosa Meat unos 9 millones de dólares para desarrollar la nueva carne. Empresas estadounidenses como, por ejemplo, Tyson Foods y Cargill Inc., además del cofundador de Google, el señor Sergey Brin, invierten grandes sumas en el cultivo y desarrollo de células madre de ganado vacuno, porcino o de otro tipo; el objetivo clave es lograr desarrollar biorreactores vegetales (los biorreactores animales son demasiado caros) capaces de hacer multiplicar y crecer adecuadamente estas células hasta niveles de aprovechamiento industrial real.

Por su parte la cadena BBC informó, hace un par de semanas, que científicos británicos de la Universidad de Bath habían obtenido los fondos necesarios para producir carne cultivada en sus laboratorios; para la doctora Marianne Ellis, Ingeniera química de esta universidad, la carne industrial (que es otra forma de llamar la carne surgida de los laboratorios) será “la fuente proteica alternativa destinada alimentar al mundo, aunque todavía queda un largo camino por recorrer en lo que se refiere al sabor y a la textura de la misma”. Pero, por otra parte la empresa estadounidense JUST aseguró que pronto estarán en los restaurantes sus Nuggets de pollo, elaborados a base de células madre extraídas de la pluma de pollos vivos.

La realidad es que producir carne industrial supondrá, al margen de evitar diariamente la producción y el sacrificio de millones de animales de renta, unas significativas menores necesidades de agua y unas menores emisiones de dióxido de carbono, que en los actuales modelos de producción animal.

Pero, probablemente a medio plazo, lo más importante va a ser la respuesta del mercado (hay que tener en cuenta que la nueva carne aún puede tardar entre 8 y 10 años en estar realmente en el mercado a precios competitivos). En este sentido una encuesta realizada hace poco en el Reino Unido reveló que actualmente un 40 por 100 de los encuestados no la comería, contra 20 por 100 que sí y el resto, está indeciso.

No sólo será un tema de seguridad, flavor o precio: habrá que cambiar la idea generalizada en nuestra sociedad urbanita de que “sólo las cosas naturales son buenas”.  Sin duda, a medio plazo, la carne industrial artificial, sintética, de origen laboratorial o cómo la queramos llamar, no sólo será absolutamente segura y sabrosa, también será realmente buena aunque no sea tan natural como una pechuga de un pollo campero de “cuello pelado”, por poner un ejemplo.

Pero, que nadie olvide que “es imposible poner puertas al campo”. Antes del 2030 (espero poder verlo) la otra carne será una realidad en los mercados ¡al tiempo!

 

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio