ENTROPIA

Muchas personas con las que hablo estos días en mi vida laboral están deseando volver a su normalidad, echando en falta poder hacer una vida como la que venían haciendo antes del confinamiento, como nuestras reuniones a pie de fábrica o granja, nuestras conversaciones entre compañeros en contacto físico, la asistencia a reuniones técnicas con colegas, los viajes… Todo esto, de una u otra forma nos está condicionando los resultados finales tanto más cuantas más ventajas tengamos en el face-to-face frente al back to back. Esta situación ha dejado patente un cierto desorden en el mundo, si es que no partíamos ya de uno sustantivo. El físico William Thomson (Lord Kevin) en el siglo XIX, dentro del mundo de la termodinámica, introdujo el término de la entropía basado en el grado de desorden molecular de un sistema centrado en las dos primeras leyes de la termodinámica, que a buen seguro les suenan. La primera es que la cantidad total de la energía del universo se mantiene constante (el calor es trabajo) y la segunda que la energía del universo irreversiblemente es degradada (el calor no puede por sí mismo pasar de un objeto más frio a otro más caliente, ya que, aunque el trabajo puede convertirse plenamente en calor, el proceso recíproco solo se puede alcanzar parcialmente). Y esto bien lo sabemos con los lechones recién nacidos si la placa de calefacción no aporta suficiente calor. Y es que ya lo decía mi Madre, que “no hay mejor cosa que el orden y el equilibrio, ósea la normalidad”.

El concepto de entropía también se usa para medir la probabilidad de recepción de un conjunto de mensajes en un entorno de información. En los últimos años todos estamos familiarizados con el Big Data, que como su propio nombre indica es el gran cúmulo de información que manejamos y que tenemos a nuestra disposición, también conocido como macrodatos, datos masivos, inteligencia de datos o datos a gran escala, lo que requiere aplicaciones informáticas de procesamiento entre los mismos para hacer un tratamiento adecuado. Sabemos que es más importante lo que hacemos con los datos y cómo los analizamos, que tan solo el volumen de datos en sí. Nuestro objetivo es ordenar – analizar dicha información para una mejor toma de decisiones. Buena parte de nuestro trabajo se centra en analizar bases de datos de gestión técnico económicas de empresas para detectar puntos de sensibilidad, cuantificarlos y definir estrategias encaminadas a su mejora. Y para ello, precisamos poner en orden mental los datos de naturaleza no estructurada combinados con los datos más estructurados que nos hagan más comprensible la realidad de nuestras empresas – granjas, definiendo oportunidades de mejora y negocio.

En este punto, a la hora de analizar datos de gestión precisamos más un debate científico que no político. Y me explico, un verdadero debate científico se zanja mediante la experiencia y la realidad que confirma o desconfirma una predicción, y que está ligado a un consenso que puede ser bien demostrado. En el poder político o estamental, el debate se centra en la dominación de la voluntad del individuo sobre los demás, y está ligado a la lucha entre los mismos en su esfuerzo por autoafirmarse. No sé qué pensarán ustedes, pero yo prefiero llevar a cabo el debate científico para analizar los datos de nuestras empresas en base al consenso más que a la dominación. Y también, y por qué no, trasladarlo a mi propio núcleo familiar y de amigos.

Bien conocen aquel dicho de que cuanto más trabajo mejor me va, que podemos traducir en base a la entropía que a más trabajo más calor, de tal manera que así podemos donar calor y no irnos enfriando en términos empresariales. No es menos cierto que los cerdos desde el punto de vista fisiológico tienen graves limitaciones en su termorregulación, y tanto temperaturas por debajo de su temperatura crítica inferior como por encima de la temperatura crítica superior (el calor no necesariamente se convierte en trabajo), nos penalizarán los rendimientos productivos. Aprovecho para desearles un feliz verano a todos ustedes evitando el stress calórico.

Por Antonio Palomo Yagüe

“De lo que no se puede hablar, mejor es guardar silencio” – Ludwig Wittgenstein (1889-1951 – Autor del Tractatus lógico-philosophicus y discípulo de Bertrand Russell