El medio rural y su obligación de votar convenientemente

Hoy me veo en la obligación moral de escribir esta nota para el Boletín nº 137 de nuestro Foro Agro – Ganadero porque, desde mi punto de vista, el próximo 28 de abril, día de las elecciones generales, el mundo rural, dónde se ubica un sector primario de una enorme trascendencia logística para España, se juega mucho; incluso diría que se juega más que mucho.

Como es bien sabido, en España, hay un régimen general para todo el Estado, regulado a través de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), aprobada en el año 1985 y modificada en el año 2011.

La cuestión que me ha llevado a escribir estas líneas y que, en mi opinión, tiene una trascendencia enorme, es que hay una cuestión que puede ser determinante: el voto de las personas que acuden a las urnas no vale lo mismo en todas las circunscripciones. Esta realidad se traduce en algo muy importante: el número de escaños depende de otros factores, como por ejemplo, de la diferencia de población.

Esto es así porque en España se utiliza la llamada Ley d’Hondt, que es un sistema de cálculo proporcional creado a finales del siglo XIX por el jurista belga Víctor d’Hondt. De acuerdo con este sistema, en cada circunscripción se excluye, en primer lugar, aquellas candidaturas que no hayan obtenido, al menos, el 3 por 100 de los votos válidos emitidos. Una vez realizada esta eliminación el resto de las candidaturas, se ordenan de mayor a menor, en una columna, según el número de votos obtenidos. Luego se divide el número de votos obtenidos por cada candidatura en función del número de escaños correspondientes a cada circunscripción, entre 1, 2, 3, etc. Los escaños se atribuyen a las candidaturas que obtengan los cocientes mayores, atendiendo a un orden decreciente.

Así, por ejemplo, imaginemos en que a una circunscripción le corresponden 4 escaños y se presentan a las elecciones 4 opciones: A, B, C, y D. Han ejercido su derecho al voto 199.000 ciudadanos que han otorgado 90.000 votos a A; 52.000 a B, 29.000 a C y 20.000 a D.

Entonces dividiendo por 1, 2, 3 y 4 resulta:

  • A = 90.000; 45.000: 30.000 y 15.000;
  • B = 52.000; 26.000; 17.333 y 13.000;
  • C = 29.000; 14.500; 9.666 y 7.250;
  • D = 20.000; 10.000; 6.666 y 5.000;

Entonces A obtendría 3 escaños; B obtendría 1; C y D ninguno (a C le han faltado 1.001 votos). Es decir 49.000 votos no habrían sido realmente útiles (C + D) y a B le habría hecho falta 8.001 votos más para arrebatarle un escaño a la opción A; por lo tanto 6.999 votos que han ido a B tampoco han sido útiles; es decir, en total 55.999 votos de 190.000 (un 29,5 por 100 del total de votos emitidos) no tendrán, en esta circunscripción en concreto, representación parlamentaria. Si hubieran votado las 250.000 personas con derecho a voto, empadronados en esta circunscripción, el resultado podría haber sido notablemente diferente.

Nuestro sistema beneficia, sin duda, a los grandes partidos, y perjudica a los pequeños. En los distritos en los que se eligen muchos escaños, el resultado es más proporcional. En las circunscripciones en las que se eligen 3, 4 o 5 escaños, la cuestión es totalmente distinta.

Además, en España lo que tenemos no es un sistema electoral matemáticamente homogéneo, sino 52, uno por cada provincia, ya que, en cada una de ellas, se eligen de 1 a 5 diputados. El hecho de que se dé a cada provincia un mínimo de dos diputados (uno, en el caso de Ceuta y Melilla) hace que las menos pobladas estén sobrerrepresentadas. Esto tampoco ayuda a mantener la proporcionalidad pero, esto sí, permite que las circunscripciones menos pobladas estén representadas. Si tuviéramos un sistema realmente proporcional, que no lo tenemos, probablemente podría desaparecer el concepto de “voto útil”.

Pero hoy la situación es la que es y la realidad muestra que en la España menos poblada (unas 32 provincias y unos 7.900 municipios) hay en juego casi 110 escaños. Por lo tanto el voto del medio rural tiene, sin duda, una importancia capital y de ahí la obligación, que, en mi opinión, tienen todos nuestros agricultores, todos nuestros ganaderos, sus familias y todas las demás personas empadronadas en el medio rural, de votar y lo conveniente que es que voten a aquella o aquellas opciones políticas que realmente estén comprometidas en luchar para lograr un futuro positivo de este medio rural.

Y no olvidemos lo que nos dice el Eclesiástico 10:2-5 “todo pueblo tiene el Gobierno que se merece”.

En mi opinión, nuestro mundo rural (en realidad toda España) se merece unos diputados, un Gobierno, que realmente velen por sus intereses presentes y futuros; de ahí la importancia que, creo, tiene lo expuesto.

 

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio