Cuando pazguatos e insensatos logran causar estragos: la OMS y la carne

Una vez más y ya es la sexta en el curso de los últimos cinco meses, que, al concluir de impartir una de mis conferencias, me preguntaron insistentemente acerca de la posible generación de cáncer a causa del consumo de carnes rojas y de sus transformados.

Todo nace, en esta oportunidad, de una desgraciada nota emitida por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (la IARC, por sus siglas inglesas), que es un organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (la OMS). Aquí la IARC se ha “cubierto de gloria” haciendo un ridículo digno de figurar como un “récord mundial de la pazguatez e insensatez”.

Cierto es que la mencionada IARC ya ha miccionado otras veces fuera del tiesto (recordemos, por ejemplo, sus “apreciaciones técnicas” acerca de la peligrosidad de la luz solar o del aire) y, conociéndola, no nos debería haber sorprendido en demasía pero es que, en esta oportunidad, “se ha pasado tres pueblos”.

En el tema que aquí nos ocupa se ha limitado a llevar cabo una pseudo-revisión bibliográfica (claramente sesgada e incompleta) y a concluir, después de identificar peligros (lo que ya era muy conocido), que el consumo de carnes rojas y procesadas podía entrañar un riesgo para los consumidores; es decir, para usted y para mí (metiendo en un mismo saco a cientos de productos, desde los tradicionales hasta los generados por las últimas tecnologías) ¡Sencillamente genial!

Pero ¡atención a este pero! Los “grandes cerebros pensantes” del IARC no han evaluado adecuadamente el nivel real de riesgo; no han sido suficientemente rigurosos (y no es la primera vez) o, dicho de otra manera, no han establecido la probabilidad real de que este “peligro” genere un daño real y concreto a nosotros, a los consumidores.

Tampoco ha evaluado, claro está, los conocidos beneficios que supone para nuestro organismo el aporte de nutrientes absolutamente esenciales (hierro y algunos aminoácidos, entre otros), precisamente a través del consumo de carnes rojas y de los productos transformados.

Cuando se tratan y/o publican cuestiones de esta naturaleza hay que ser permanentemente muy cuidadoso y muy profesional (lo explico con detenimiento en mis clases).

Debe tenerse siempre muy en cuenta que se trata de una compleja cuestión de naturaleza matricial dónde juegan muchísimos factores tales como: la edad del consumidor, su genética, su forma de vida (sus hábitos), sus niveles medios de estrés, su patrón de ingesta global (de líquidos y de sólidos), su patrón de ingesta de carnes, la naturaleza y características de su dieta, etc.

Al día de hoy, al menos que yo sepa, no hay ninguna evidencia científica demostrada que atribuya a un factor singular, en el ámbito de nuestra alimentación (entendiendo que hablamos de una dieta equilibrada), un riesgo cierto de desarrollar un cáncer.

Otra cuestión sería que cada día consumiéramos cantidades absolutamente desorbitadas de carne roja (que no es el caso). España, por ejemplo, tiene un consumo per cápita realmente moderado de carne y de productos cárnicos, pero Uruguay y Argentina, por poner dos ejemplos, que tienen un consumo elevado de carne de vacuno tienen unos bajos índices de cáncer de colón (sic).

En definitiva, no hay ninguna razón objetiva para modificar nuestros hábitos de consumo de carnes rojas y/o de transformados y háganme caso: lean ustedes menos las muchas insensateces y barbaridades que se publican (muchas en Internet, por cierto) e ilústrense con los que realmente saben. Vivirán mucho más tranquilos y, sin duda, más felices.

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
ETSI Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas.
Universidad Politécnica de Madrid.