Consumo de carne de caballo, tema controvertido en muchas cultura

El consumo de la carne de caballo es un tema controvertido, especialmente en lo que se refiere al denominado Primer Mundo. En los últimos tiempos se han generado una gran diversidad de opiniones respecto a la utilización de esta especie como animal de producción de carne, siendo más frecuente, en el ámbito referido, la desaprobación de su uso como fuente alimenticia.

La razón de lo expuesto hay que buscarla, en nuestra opinión, en el hecho de que, en los últimos años, ha crecido la demanda de ocio por parte de múltiples culturas, que están utilizando en gran medida al ganado equino como “animal de compañía” con fines deportivos y de recreación. Esta realidad, que no es única en el ámbito pecuario (véase, por ejemplo, el caso del conejo), ha generado un fuerte impacto social negativo en lo que se refiere al consumo de su carne.

Cabe mencionar que, desde la antigüedad, el uso de la carne equina ha estado relacionado, en algunas regiones, con épocas de penuria económica; considerándose este hecho como un factor más que colabora en la generación de la actual visión negativa de su aprovechamiento como una fuente de alimento de alta calidad por parte del ser humano.

En este sentido, nos ilustra lo ocurrido recientemente en España. Durante el periodo álgido de la crisis económica (ante el coste real que supone, por ejemplo, mantener a un caballo de silla), hubo un crecimiento significativo de la producción de carne equina; fueron sacrificadas cantidades significativas de potros y de caballos, destinados a otros fines muy diferentes al del aprovechamiento de sus canales. En concreto, en el año 2009, se registró en España una producción de 6.000 toneladas de carne equina. Esta cifra, de acuerdo con los datos oficiales disponibles, aumentó a unas 13.500 toneladas en el año 2012, para volver a descender en estos tres últimos años.

En este contexto, surge la pregunta: ¿ha ayudado lo acontecido al aumento regular del consumo de esta carne equina en España? De acuerdo con los datos de que se dispone, no parece que haya sido el caso. Al margen de los hábitos de consumo existentes, los escándalos surgidos (aparición de trazas de carne equina junto a otras carnes) parecen haber tenido una gran influencia en los consumidores, que han considerado que no existen las adecuadas garantías de trazabilidad en las canales de equino comercializadas, incumpliéndose los criterios de bioseguridad alimentaria y, por consiguiente, generando desconfianza (y, en este ámbito, la desconfianza siempre penaliza al consumo).

Pese a toda la problemática expuesta, existen muchas regiones que, por mor de sus hábitos y culturas, sí demandan este producto. Tal es el caso, por ejemplo, de Rusia, Holanda, Francia, Italia, Japón, Bélgica y Alemania.

Los mayores consumidores de carne equina en la U.E. son Francia e Italia, cuyas producciones son insuficientes para atender su demanda interna. Esta realidad ha hecho que otros países que no tienen la mencionada cultura de consumo de carne equina, pero sí explotaciones de razas equinas de aptitud carne, exporten a las zonas consumidoras; es el caso de los países reflejados en la siguiente figura:

En general, es difícil cambiar la mentalidad de los consumidores; y todavía es mucho más complejo cuando está involucrada la parte emocional, como es el caso que aquí nos ocupa.

No obstante, consideramos que fomentar políticas dirigidas a informar de los benéficos que resultaría de incluir esta fuente proteica en las dietas, especialmente en las de los consumidores de segunda y de tercera edad, sería un avance importante en favor de este producto.

En este sentido, entendemos que sería muy útil resaltar de forma adecuada algunas de las características positivas de la carne equina, tales como: su textura aceitosa, su alto contenido en glucógeno que le otorga un sabor dulzón, su bajo contenido en grasa, su elevado contenido en hierro asimilable y su importante cantidad de proteínas de alto valor biológico.

Ello permitiría al consumidor, emociones aparte, elaborar sus propias conclusiones respecto de esta carne y asociarla, como es el caso, a un alimento de calidad y altamente saludable.

Mary Cruz Durán.

Lic. Producción Animal.

Verónica Chugcho.

Ing. Agropecuario.

Máster en Producción y Sanidad Animal UPM – UCM.