La ‘quimiofobia’: una bomba de relojería para el sector

Desde mi punto de vista hay una serie de actores presentes y activos en el sector de la alimentación (considerado éste desde una perspectiva general, pero dando un protagonismo relevante a los productos pecuarios) que están fomentando y alentando la quimiofobia.

En estas últimas semanas, aprovechando que en agosto baja el número de clientes en los establecimientos, he visitado a la mayoría de los casi cincuenta Súper e Híper que se ubican en una circunferencia con un radio de 25 Km con el epicentro en mi casa.

En estas visitas he podido comprobar, como explico en mis clases de Marketing, que “el miedo vende” y esto lo sabe muy bien la industria alimentaria. Esta es la razón principal por la que cada vez hay más marcas (e incluyo en algunos casos a las propias “marcas de distribución”) que utilizan “mensajes quimiofóbicos” para captar la atención de los clientes.

Me refiero a mensajes tales como «sin conservantes», «sin colorantes», «100 por 100 natural», «ecológico», «sin productos químicos» o “sin antibióticos” (ya he visto, por ejemplo, anuncios de “carne de…sin antibióticos” o de “huevos de gallinas alimentadas solo con productos naturales”).

Obviamente, al “cliente medio” (aquél que no tiene una formación específica y sólida en esta temática, que es la inmensa mayoría) lee este tipo de mensajes e incorpora automáticamente a su acervo intelectual el erróneo concepto de que determinados ingredientes o procesos químicos que se utilizan en la producción o en el procesado de los alimentos son malos per se. Esta realidad condiciona, desde una base emocional, que no racional, su comportamiento en la composición de su cesta de la compra (que es, en realidad, no nos engañemos, lo que persiguen las mencionadas marcas, claro).

En este contexto, uno de los “temas estrella”, como sabemos todos los que estamos de una forma u otra en el sector, es el de la “los antibióticos y la carne”. Lamentablemente, y lo digo con conocimiento de causa, muchos consumidores desconocen (o dicen desconocer) el hecho de que el empleo de antibióticos, en el ámbito de la producción animal, está técnicamente regulado y no pueden llegar a la cadena alimenticia ningún producto procedente de animales de renta que hayan sido tratados con antibióticos si no han pasado su tiempo mínimo de espera (y cumplido todas las especificaciones que comporta la utilización de estos productos). Resumiendo: todos los productos que llegan a los lineales de las tiendas de alimentación son sometidos a exhaustivos controles.

Una prueba evidente de lo que estoy comentando es que la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), certifica que la presencia de residuos de antibióticos en los alimentos en el seno de la Unión Europea es inferior al 0,35 por 100 (obviamente esto no excluye que en algún caso aislado se puedan estar realizando malas prácticas, pero se estaría saltando la ley y, como comprobamos regularmente, se actúa con contundencia contra esta mala praxis).

Estoy firmemente convencido, y lo exponía hace unas semanas en una tertulia, de que esta “pseudopolítica comercial” es, con una visión a corto y medio plazo, muy negativa para todos, empezando por nuestros agricultores y nuestros ganaderos, que nada tienen que ver con ella, pero que les afecta directamente al incidir la sociedad, vía legislativa, en sus sistemas de producción.

Lamentablemente, la sociedad (representada en este caso por este cliente medio al que hacía referencia e, insisto, con cuasi nula educación científica y nutricional) mezcla con facilidad conceptos tales como “bienestar animal”, “resistencia a los antibióticos” y “salud” y conforma en su mente una verdadera “bomba de relojería” cuyas repercusiones finales realmente no son sencillas de vislumbrar pero que, insisto, a casi nadie van a favorecer, sino todo lo contrario. Lo estamos viendo ya y lo vamos a ver muchos más en los próximos tiempos (para regocijo de los “animalista antisistema” y grupos afines).

Carlos Buxadé Carbó.

Catedrático de Producción Animal.

Profesor Emérito.

Universidad Politécnica de Madrid.